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LAS MANZANAS PODRIDAS. ARTÍCULO DE OPINIÓN.

miércoles, 26 de mayo de 2010


La caza mayor se ha convertido en una importante herramienta para el mejoramiento de la fauna y en una fuente de ingresos considerable para las naciones.

Sin embargo, en los últimos años la imagen del cazador ha sufrido mucho a manos de la opinión pública, y aunque estamos revertiendo la situación lentamente, aún nos quedan puentes por cruzar.

Pero cuando un señor socio de alguno de los clubes famosos a ambos lados del Atlántico presenta una pieza como la de la fotografía, un tonto carnero de cuatro cuernos, para su homolagación o para recibir un premio, todos los cazadores somos puestos en la picota, además de llenarnos de verguenza y desprestigio.

En la revista de caza mayor española Hunters se hace mención al declive en esa nación, una de las europeas con mayor tradición cinegética, de la caza como deporte debido a los cambios de costumbres de la juventud, y en parte a la redistribución de la población humana, que de a poco va dejando el campo por la ciudad. Esto es parcialmente cierto, pero existe otro factor más grave para ese ocaso: la actitud de ciertos grupos de "cazadores", que ya no solamente afecta a todos los demás negativamente en Europa y los Estados Unidos, lo hace en el resto del mundo.

Hace décadas ya que por motivos políticos la palabra cazador se trató de homologar con depredación, destrucción de la vida y últimamente, de ostentación de poder económico, cuando la verdad es que la caza deportiva regulada es la mejor herramienta para mantener una fauna saludable y una importante fuente de ingresos y trabajo para la comunidad.

Lamentablemente estos factores positivos se ven desdibujados por esa ostentación de poder que ciertos seudo cazadores hacen a través de despliegues de trofeos en cenas de galas regadas con medallas de todo tipo y color. Está en nosotros, los verdaderos cazadores, revertir esa imagen, y para ello debemos de cuidar nuestras actitudes, educar a aquellos que nos critican sin fundamento, y por sobre todas las cosas, ralear nuestras propias filas de aquellos que no merecen formarlas.

La historia reciente de la caza mayor deportiva en el África y la India, Meca de éste deporte tal cómo lo aceptamos en la actualidad, se forjó con palabras cómo rifles dobles, Express y Magnum, cacerías en solitario o con escaso personal de apoyo, y por nombres cómo el Taylor, Sealuos, Almeida y Capstick. Los tres primeros adjetivos calificativos fueron acuñados por armeros y cazadores ingleses, y salvo el primero de ellos, los otras palabras van perdiendo gradualmente su lugar en el mundo, habiendo sido reemplazadas por armas y cartuchos más modernos, lo cual es inevitable y deseable. El mundo avanza y mejora, al menos tecnológicamente.

En cuanto a las condiciones de las cacerías, referidas a la comodidad del campamento, medios de transporte y comunicaciones, estas también han mejorado, y eso no es criticable, siempre y cuando se respeten las viejas reglas del fair play en cuanto al acto de cazar en sí.

Pero, ¿se mantienen esas reglas y las tradiciones sentadas con tanto esfuerzo por esos primeros cazadores y que tan caras nos son?

En ese sentido, en lugar de avanzar hemos retrocedido mucho, quizá demasiado. Y lo más triste de todo esto es que son exactamente aquellas instituciones, que dicen representar a los cazadores, y que deberían ser las encargadas de salvaguardar nuestras costumbres y tradiciones, las que embanderan y promueven esa decadencia, transformando la caza en un simple comercio. Y esto ocurre en todo el mundo, como una pandemia.

EL CONCEPTO DE TROFEO Y DEL FAIR PLAY.

El concepto de trofeo, y particularmente el del trofeo de caza, ha variado mucho en los últimos años.

En sus comienzos se consideraba un trofeo a aquella porción de la presa que el cazador guardaba para sí cómo un recuerdo del lance vivido, sin que se le diese particular importancia al tamaño ó la belleza de la misma.

La finalidad de esto era la de mantener fresca en la memoria del cazador cada uno de los momentos vividos en el lance, y lo que se valorizaba con eso era el triunfo del hombre sobre la presa. El tamaño y la belleza carecían de importancia.

De ésta manera un león cobrado cara a cara, por pequeño que fuese, era un trofeo digno de ser exhibido. El mismo podía no tener la melena más hermosa, o los colmillos más grandes, pero el hecho de haberlo cobrado en buena ley era suficiente. Hoy las cosas han cambiado. Una melena clara no tiene el mismo valor "social" ante la comisión de trofeos de éste club o aquel consejo que una melena renegrida, y poco importa sí el animal fue cazado por el "deportista" o su guía; lo único que cuenta es el color.

Y así estamos. En un mundo competitivo, los trofeos NO se otorgan al mejor cazador, o al más valeroso y esforzado, si no a aquel que pudo pagar mejor por el animal más hermoso, independientemente de las condiciones en que ha sido cobrado. Dentro de las nuevas mediciones y fórmulas tan en boga, no se consideran pequeños detalles como sí el trofeo pertenece a un animal salvaje o sí simplemente proviene de un criadero, y sí tuvo que enfrentar su suerte final dentro de un encierro, sin posibilidades algunas de luchar por su vida en condiciones normales. Eso no es cazar, es simplemente matar y nada tiene que ver con los cazadores.

La muerte de una presa no debe de ser un acto banal destinado a satisfacer necesidades de índole social, no relacionados con el acto de cazar. Desear ser reconocido como un par de la comunidad de cazadores a base de acumular y exhibir trofeos pagados generosamente es degradante.

Muchos "cazadores", en particular aquellos asociados a esas grandilocuentes asociaciones, han dejado hace mucho tiempo de cazar para matar, ya sea por ignorancia ó por falta de ética, y lo hacen con el beneplácito de esas instituciones, creadas a ambos lados del Atlántico, y cuya única función parece ser la de bendecir esas acciones deplorables, poniéndonos a todos los cazadores ante los ojos del mundo en una misma bolsa.

DEMASIADOS CLUBES, CONSEJOS Y MEDALLAS DE ORO.

Estos clubes o consejos, cómo gustan de llamarse, entregan demasiadas medallas de oro, plata y bronce a miembros de su clan, que mas que cazadores semajan generales de pacotilla.

Medallas que obtienen en excursiones relámpago, con poco esfuerzo y mucho dinero, par luego reunirse en sus sedes, donde se bebe, se come y se habla más de lo que se caza, a relatar sus "hazañas" recientes, llevadas a cabo en su mayor parte dentro de cercados.

Es más, con sus competencias y ansias de figurar en alguno de los tantos podios y rankings internacionales armados de ex profeso, sólo están logrando que se cree un comercio cada vez más feroz en torno de la vida salvaje, hasta el punto que la misma ya ha dejado de ser salvaje, para convertirse en animales de criadero largo tiempo atrás. ¿Es esto lo que deseamos?

Lo que hagan los demás en su casa no es mi problema, y no tiene porque serlo, mientras esas actitudes no se reflejen en la mía. El problema es que esto último está comenzando a suceder. El comportamiento de estos "señores " nos afecta a todos los cazadores ante los ojos de la sociedad.

Ya tenemos una "sucursal" de una de esas instituciones foráneas en el país (Argentina). Incluso con un coto que utilizan asiduamente para agasajar a sus contrapartes del norte, y en dónde en tan sólo tres días se puede abatir representantes de toda la fauna Argentina, autóctona y exótica, aunque no sean oriundos de la zona . Lo que hagan allí dentro tampoco es mi problema, salvo cuando lo publicitan y eso da lugar a que los no cazadores nos critiquen por organizar matanzas dentro de corrales.

E incluso comienza a ser molesto cuando a la hora de homologar trofeos aquellos que obtuvieron el suyo en buena ley se encuentran desplazados, relegados y hasta ridiculizados por otro que fue "cazado" dentro de ese corral, con la anuencia de la institución encargada de las mediciones.

¿No sería hora de que al momento de la entrega de premios y medallas se deje saber a que corresponde dicha mención? ¿Es tan difícil crear una nueva categoría para animales de criadero y otra para los cerriles, no tan notorios ni hermosos estos últimos, pero obtenidos en buena ley?

Los dueños de los primeros siempre podrían colocar debajo de su trofeo el precio pagado por el mismo, y hasta quien lo cazó realmente sí así lo desean, y que dicha información conste en los registros oficiales, pudiendo de ésta manera tener un bonus o puntaje extra. Los dueños de los segundos, más humildes y sacrificados, podrán conformarse a su vez con hacer figurar solamente las medidas de sus presas salvajes, cómo se ha hecho siempre desde que existen los registros. Realmente no veo cual es la necesidad de mezclar disponibilidad de dinero y ansias de figurar, con tesón, conocimiento, honestidad y habilidad cómo cazador.

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