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LA CAZA SELECTIVA.

miércoles, 26 de mayo de 2010


Cuando al fin hemos recuperado la cordura que perdimos durante centurias, el manejo de fauna para el beneficio de todos, incluyendo esa misma fauna, vuelve a imponerse entre nosotros.

Atrás parece haber quedado, y es de esperar que sea para siempre, los actos de vandalismo cometidos en África en el afán de algunos por enriquecerse rápidamente, o los desatinos realizados con los bisontes americanos. Pero estos no han sido los únicos actos desafortunados, tan solo fueron los últimos. De lo contrario basta preguntarse cuantos osos quedan en Europa, o cuantos Venados de Las Pampas se pueden contar en Argentina.

En general últimamente la especie humana ha venido favoreciendo ciertas actividades ganaderas y agrícolas, como la actividad comercial en base a vacunos, caprinos y suidos, o la agricultura intensiva, lo cual ha sido tan a más dañina para el medio ambiente que los desmanes de algunos grupos de comerciantes con sus cacerías.

Con respecto al último párrafo deseo recalcar el hecho de que he utilizado la palabra comerciante y no cazador. Los que cometieron los desmanes y desafueros a los cuales me referí en África, América y los otros cuatro costados del mundo han sido siempre señores cuya única motivación era el oro.

En cuanto a la ganadería y la agricultura intensivas hoy en día se comprende en toda su magnitud el potencial peligro que representan, y son muchas las Naciones que están limitando la tala de bosques nativos para frenar esas explotaciones intensivas que resultan tan destructivas.

LA CAZA SELECTIVA.

En fin, el futuro comienza a brillar, al menos desde el punto de vista de la fauna y la Naturaleza en general. Lamentablemente aún queda trabajo por delante, y paradójicamente son los cazadores, los mismo que hemos luchado por mantener y recuperar a la fauna, a los que debemos de dirigirnos hoy, nada menos que para modificar ciertos conceptos que resultan difíciles de cambiar, a pesar del daño que nos están haciendo.

El manejo de la fauna es actualmente una profesión como cualquier otra. No hay lugar en ella para la improvisación, o para aquellos que se niegan aceptar las evidencias científicas.

La idea de poder influenciar sobre el desarrollo de una especie, y de mejorarla, no es nueva. La misma ha sido aplicada en el transcurso de los siglos, fundamentalmente con las especies dedicadas al consumo humano, pero también ha habido múltiples tentativas de hacerlo con aquellas especies denominadas de caza, aplicando el conocimiento y las técnicas utilizados en los animales domésticos. Los resultados de estas selecciones fueron nefastos.

Para las especies "salvajes", el mejor criadero del mundo, con la mejor selección genética, es la Naturaleza misma. Querer mejorar en unas pocas centurias, y dentro de espacios reducidos denominados criaderos, lo que a la Vida le tomo millones de años en ese perfecto laboratorio conocido como Tierra es una soberana estupidez, por no decir un acto de soberbia ilimitada. Una cosa es criar vacas al voleo y en serie para matarlas antes de que completen su desarrollo, y otra muy diferente es tratar de criar animales salvajes perfectos, que recién serán sacrificados (teóricamente) en el ocaso de sus vidas.

Y el problema no termina en eso. Lo agravamos cuando comenzamos a tratar de que esos animales salvajes solo ostenten ciertas características, que desde nuestro limitado punto de vista, creemos son las mejores. Por ejemplo la cornamenta, o el color de la piel, o el tamaño de los colmillos.

Allí, justamente allí, es dónde terminamos de agravar las cosas. De a poco comenzamos a separar los animales "buenos" de los "malos" y lentamente vamos concentrando ciertas características genéticas, confinándolas a un grupo cada vez más reducido.

Lo que durante casi un siglo no vimos fue que lo único que estábamos haciendo con esto era lo que se denomina una "selección negativa", porque junto con las características de nuestro interés también estábamos confinando en ese mismo grupo los defectos genéticos, reforzándolos.

¿Cómo terminó el experimento de ingleses y alemanes con los ciervos luego de una centuria? En un grupo de animales no viables, casualmente por la concentración de defectos que portaban.

De eso se aprendió, y mucho. O al menos lo hizo la comunidad científica, y de alguna manera la información trascendió y alcanzó al menos a los criadores. Pero ésta no fue la única enseñanza que esa experiencia nos dejó.

Una de ellas, y la que es motivo de estas líneas, es el manejo de las hembras en las poblaciones de especies salvajes cinegéticamente interesantes, en particular los cérvidos, en la cual solamente el macho representa al trofeo.

¿Cuál es el concepto que predomina entre la mayoría de los cazadores, independientemente de su nacionalidad y nivel cultural? Las hembras no se matan. Sólo se matan los machos, y en la mayoría de los casos sin importar mucho sí el animal aún puede seguir aportando genéticamente a la especie, o sí es lo suficientemente añoso como para poder ser retirado del pool genético sin consecuencias importantes. En definitiva todavía se practica una especie de selección negativa, pero en éste caso eliminando en forma sistemática a los machos y dejando de lado a las hembras.

El concepto detrás de esto es el de que mientras se cuiden los vientres, ¡la manda solo puede crecer, y mejorar su calidad! ¿Sabe Ud. lo que realmente ocurre al final de un lapso de pocos años de ésta locura?

Al comienzo la manada crece, ya que la cantidad de vientres no solo se mantiene: se incrementa año tras año. Por supuesto que la cantidad de machos comienza a decrecer. Primero se van los trofeos, los únicos que deberían ser extraídos por su edad avanzada. Luego les siguen los animales adultos, aquellos que aún tienen mucho por dar genéticamente. Finalmente le siguen los inmaduros.

¿Qué ocurre con la manada mientras tanto? Las hembras siguen creciendo en cantidades anormales, y la relación macho hembra, que debe de ser idealmente de 1 a 1, pasa a ser de un macho para dos, luego para cuatro y finalmente para diez o veinte hembras.

Lo trágico es que ese macho en ese estadío de la evolución del grupo es un animal inmaduro, que en ocasiones por su condición de imberbe es rechazado por las hembras, pero que aún así puede ser que alcance a cubrir a un porcentaje de aquellas disponibles. Su suerte queda sellada al final de la primera temporada, que por el esfuerzo realizado y el desgaste físico sufrido no logra reponerse antes del invierno, y perece con los primeros fríos.

Entre la pérdida de los machos por la imposibilidad de sobrevivir el esfuerzo, y las hembras que quedan vacías por falta de machos, se cierra el círculo, y la manada comienza a decrecer, no ya en calidad, si también no en cantidad.

Sí el exceso de hembras no es removido por uno de sus predadores naturales, en éste caso el hombre, y ese mismo hombre se dedica a extraer solamente los machos agravando la situación del grupo, la naturaleza finalmente toma las cosas en sus manos y corrige el defecto.

En ese momento cesa la persecución por falta de oferta y los pocos animales remanentes se reubican en algún santuario lejos del hombre, donde lentamente la Naturaleza reconstruye la relación 1 a 1.

¿Cómo lo hace? Simplemente regula la producción de espermatozoides tipo Y (masculinos), según la disponibilidad de comida y la temperatura ambiente antes del momento de la procreación, ya que la temperatura es un indicador indirecto, pero muy fiable, de la futura disponibilidad de alimentos. Después de haber leído esto, ¿realmente cree que la Naturaleza necesita de nuestra ayuda en su laboratorio? Nuestra torpeza y arrogancia solo le dificultan el trabajo.

Tenemos una sola forma de cooperar en esto, y es acabar con nuestras tonterías selectivas. Ante poblaciones fuera de balance, o entre aquellas de las que disponemos de un censo limitarnos a extraer solamente los trofeos cazables, aquellos más viejos, dando importancia a su edad, y no al diseño de su cornamenta, ya que una buena cornamenta significa un animal aún productivo.

Además hay respetar a los animales inmaduros y aquellos maduros pero productivos, y por cada macho que extraemos del grupo hacer lo mismo con una hembra.

¿Qué las hembras no tienen cornamenta? Seguro mi amigo, pero quien le dijo que es más fácil cazar una hembra que un macho, o que su carne no sabe mejor que la de un semental viejo? Ahora sí su problema es que Ud sólo caza por el trofeo puede hacer dos cosas. Cazar solamente aquellos animales que son verdaderos trofeos por su edad, demostrando a la vez su madurez como cazador, o dejar de llamarse cazador, por que sí no puede entender el daño que hace, o su filosofía solo le permite cazar "algo" con lo que luego pueda lucirse ante sus compinches no merece compartir el título.

¿Cómo más podemos ayudar? Dejar de andar largando entre las manadas salvajes animales provenientes de criaderos. Estos últimos suelen estar en contacto con ganado vacuno, del cual adquieren la tuberculosis, entre otras enfermedades, que luego diseminan con resultados catastróficos sobre poblaciones silvestres que no son inmune a la misma. Algo parecido a lo que ocurrió en América entre los nativos con la llegada del hombre blanco. Eso debería habernos servido de lección.

Sé que esto es duro para más de uno. Lo fue para mi. Por ello deseo dejar en claro que no ha sido mi intención ofender a nadie, pero es necesario que adoptemos medidas draconianas entre nosotros, o alguien se encargará de enfrentarnos con estos hechos más adelante, con la sola intención de quitarnos nuestros derechos a la caza. ¡Ahora que habíamos comprendido que hay que dejar a la Naturaleza en paz y que solo debemos cooperar un poco extrayendo alguna que otra hembra, perder el derecho a la caza sería una broma cruel!

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