.




Aquí os dejo una noticia encontrada en el "IDEAL.ES":

Cito textualmente: "Entre otras especies y patologías, resaltó los efectos de la sarna en las poblaciones de cabra montesa y ciervo en la comarca de Cazorla, que por efectos de esta enfermedad se reducen en un 24 y un 13 por ciento, respectivamente. Esta enfermedad también influye, aunque menos, en las colonias de muflón y gamo, aunque estas son especies que se han reintroducido, y no son emblemáticas para el paraje como el ciervo y la cabra.
La influencia de esta patología es realmente negativa para el entorno, como se aprecia por ejemplo de los estudios que señalan que mientras que en el año 1988 la población de cabra montesa se cifraba en unos 11.000 ejemplares, hace tres años se había reducido esa cifra a 500, por la sarna (por las muertes de ejemplares o por la necesidad de abatir a ejemplares contagiados). En los últimos años, experiencias como las llevadas a cabo por el equipo de León Vizcaíno han conseguido generar un núcleo libre de sarna con unos 1.500 ejemplares. Pero el problema añadido estriba en que en los lugares en los que desapareció o se diezmó la cabra, se introdujeron ejemplares de gamo o muflón, que impiden que la cabra vuelva a incrementar su población, ya que se trata de una especie que requiere de espacios sin competencia, de manera que la solución está en la búsqueda de entornos libres de competencia para que la cabra montesa recupera sus niveles demográficos". (04.09.09 - A. O.| JAÉN)
Aquí os dejo un enlace con la noticia completa: http://www.ideal.es/jaen/20090904/provincia/sarna-diezma-cabra-montesa-20090904.html

Pues parece que nuestro gozo en un pozo...yo pensaba que poco a poco el tema se solucionaría y recuperaria pero veo que no es tan sencillo el tema... Aquí en la Comunidad Valenciana,mas concreto en CORTES están teniendo este mismo problema en los niveles que los sufrimos en Cazorla a finales de los 80'.
SALUDOS.

Continue..

Filed Under:



En la Naturaleza absolutamente nada carece de una razón valedera que justifique su existencia.

Fotografía. Magnífica cabeza de un animal salvaje cobrado en Argentina. Estos especimenes, con sus esplendorosas cornamentas son los que intrigaron durante tanto tiempo a la Honorable Sociedad de Monteros del Mundo, y junto a ellos a los científicos.

Las Leyes de Conservación de la Energía y la (hipotética) ley de la Razón de Ser de una Función son dos de las prioridades de nuestra creadora, por lo tanto sería impensable que la misma incurriese en gastos de tiempo y energía en experimentos y desarrollos banales, como sería el de decorar la cabeza de un animal con la sola finalidad de acabar con un congénere o de alegrarle la vista a los demás.

Aceptando ésta premisa, la cual hasta ahora nadie a demostrado incorrecta, la Ciencia y los cazadores no hemos dejado de hacernos una pregunta capital (al menos para los cazadores exclusivos de trofeos, entre los que NO me incluyo) La pregunta es, ¿qué función cumple la cornamenta en los ciervos?

En el nivel popular y través de los tiempos las teorías en boga fueron varias, mientras que por su lado los Biólogos y Veterinarios mantenían un pertinaz silencio.

Entre las teorías populares más comentadas figuraba aquella que mantenía que la cornamenta (junto con otras apófisis y excrecencias, como los cuernos únicos del rinoceronte o los dobles del búfalo) era un arma mortal de combate.

Según ésta teoría la misma existiría para ser empleada específicamente contra los adversarios durante las escaramuzas mantenidas para establecer la predominancia sexual, lo cual no deja de ser parcialmente cierto. La parte verdadera es que la cornamenta sirve para amedrentar o disuadir al adversario, no para matar, ya que cuando eso ocurre es por error, desde que el deceso de un animal en condiciones de reproducirse no figura dentro del plan maestro de la Naturaleza.

LAS DIFERENTES TEORÍAS.

La parte incorrecta era aseverar además que el portador de la mayor cornamenta resultaba invariablemente en el triunfador.

Fotografía. Restos de un Ciervo de los Pantanos (Blastoceros) salvaje bien desarrollado. Estos animales llegan a sobrepasar las 40 puntas, pero en condiciones de libertad absoluta la cornamenta de la foto puede considerarse como aceptable.

Probablemente hace 3 décadas atrás se demostró que entre dos ciervos sin diferencias en el tamaño de la cornamenta, era aquel de mayor peso corporal el que triunfaba, y que entre dos ciervos con diferencias entre el tamaño de su decoración cefálica, era también el de mayor peso el triunfador, con alguna incidencia sobre los resultados de la justa por parte de la edad, demostrando que la experiencia también cuenta.

Sí bien la teoría popular y otras tantas infundadas y banales fueron descartadas oportunamente, la pregunta entre los científicos jamás murió. Sí la cornamenta de los ciervos, con su enorme costo metabólico representa el tejido con mayor velocidad de crecimiento dentro de todos los tejidos animales, el hecho debía de tener una razón muy importante para justificar su existencia. Pero ¿cuál era?

Éste tejido óseo de los ciervos (y de ahora en más tomaremos a la cornamenta del ciervo rojo como ejemplo) es un tejido que se repone en forma anual, y que insume una enorme cantidad de sales de Calcio y Fósforo para su crecimiento.

Estos minerales, que sí bien están presentes en la Naturaleza, no abundan exactamente. Los necesarios para la formación de la cornamenta son tomados año tras año del pool de reserva que los ciervos mantienen en su esqueleto, exponiéndolos a un alto grado de expoliación de estos minerales y proteínas, lo cual y teniendo en cuenta que el Calcio es fundamental para la contracción cardíaca (entre otras cosas), se convierte en una fuerte carga para el animal.

Una perdida tan alta de estos dos minerales, más las proteínas necesarias para la formación del hueso tiene que tener una explicación muy sólida, o de lo contrario la Naturaleza no hubiese mantenido dicho gasto metabólico ni diez días, menos aún tres millones y medio de años como lo ha hecho.

La pregunta entonces es, sí el tamaño de los cuernos no determina quien se aparea, ¿porqué la Naturaleza se ha empeñado en someter año tras año a una carga metabólica tan pesada a estos animales?

====

LA EXPLICACIÓN

Indagando los científicos han encontrado que existe una fuerte correlación estadística entre el tamaño de la cornamenta y la carga espermática de los animales salvajes.

No ocurre lo mismo con animales de criadero con respecto a la cantidad y motilidad de espermatozoides de dicho animal. A esta altura del relato Ud. se preguntará cual es la relación entre el chancho y los vagones del ferrocarril, o en otras palabras, entre cuernos, el producto de los testículos y su interés en el tema como cazador.

Fotografía. Cornamentas de animales salvajes provistos con raciones extra de alimento. Nótese el desarrollo parejo entre ellas. Un conteo de la densidad de los espermatozoides y su motilidad dará también valores muy parejos entre sí.

Bien, dos de los múltiples factores de los cuales depende la fertilización en los mamíferos son los siguientes: la cantidad de espermatozoides por centímetro cúbico de semen y de la velocidad de desplazamiento de los mismos. Cuanto mayor sea ese número, y mayor la velocidad con la que se desplazan en su recorrido dentro de la vagina y el útero para fertilizar al huevo, mayores son las probabilidades de que la concepción se lleve a cabo sin problemas.

Por lo tanto, la teoría propuesta para estos veterinarios es la siguiente. El tamaño de la cornamenta, junto con marcadores de otra índole, como el tenor de testosterona en la orina, serviría como un cartel de propaganda en el cual las hembras se fijan o huelen para escoger quien será el alpha y reproductor del grupo.

Ya desde hace tiempo se sospechaba que no eran solamente las escaramuzas que se llevan a cabo entre machos antes de la brama o berrea lo que determina quien será el líder, si no que el voto de las hembras tiene más importancia en el proceso de selección que esos combates. Esas peleas tan solo sirven para realizar una pre selección grosera entre los machos en condiciones de competir, pero la decisión final queda en manos de las hembras.

Una vez coronado el rey éste sólo debe defender su feudo de los múltiples intentos por destronarlo, y aquí ocurre algo curiosos que confirma la teoría enunciada.

Más de un rey es destituido por un súbdito al cabo de unos pocos días de reinado. Por lo general este nuevo reemplazante posee una cornamenta de menor tamaño que el desplazado, pero invariablemente mayor peso corporal, ya que no ha sufrido el desgaste de la actividad sexual y los combates diarios del desplazado.

De ésta forma la Naturaleza se asegura que durante los dos meses del celo las hembras sean servidas siempre por animales que se encuentran mejor capacitados para procrear. Un animal agotado física y sexualmente no es el que se encuentra en las mejores condiciones reproductivas, y por lo tanto debe de ser desplazado.

¿Entiende ahora porqué no soy un cazador de trofeos, pero que no por ello me considero menos cazador que cualquier otro? Dedicarse a cazar solamente aquellos animales salvajes con la mejor cornamenta es quitar los mejores reproductores de circulación, lo cual a mi entender es un crimen, a menos que uno se dedique a abatir animales para colección (ciervos de criaderos abatidos dentro de un cercado, lo cual no se puede considerar como cazar) como promueven en la actualidad algunos de esos que se proclaman Clubes de Caza y Conservación a ambos lados del Atlántico.

En el caso de estos "cazadores" matar un trofeo no tiene mayores consecuencias para la Naturaleza y el desarrollo de los animales salvajes, ya que lo que están sustrayendo del pool genético ese es un animal doméstico que no tiene representatividad sobre la realidad genética de los animales salvajes.

Se cree que el tamaño de la cornamenta, considerado como un rasgo sexual secundario, y que ayuda a las hembras a escoger al animal en mejores condiciones es extrapolable a los demás mamíferos, incluyendo al hombre. La pregunta no es ahora ya para qué le sirve la cornamenta a otros mamíferos, si no por qué los humanos no la tenemos, y de poseerla sí el hecho sería como para celebrarlo.

Continue..

Filed Under:



¿Existe un solo rifle y cartucho para toda la fauna Sudamericana?

El JAGUAR ES EL FELINO MÁS GRANDE DE AMÉRICA DEL SUR Y CENTRAL. CONOCIDO COMO JAGUARETÉ, SU CAZA ESTÁ PROHIBIDA, NO ASÍ LA DE SU PARIENTE MENOR, EL PUMA, O LEÓN AMERICANO.

En éste continente existen todavía tantas combinaciones entre las diferentes presas y tipos territorios en que se las encuentra, que resulta difícil escoger la combinación correcta de cartucho y mecanismo de acción, y más difícil resulta aún seleccionar un solo conjunto que nos satisfaga para utilizar ante todas las presas, terrenos, gustos personales y bolsillos.

La fantasía de encontrar esa combinación perfecta para todas las ocasiones, no pasa de ser eso, una vieja fantasía que aún hoy nadie pudo concretar. Ni en éste continente ni en ningún otro.

No existe, por el momento, el arma y el cartucho que puedan ser considerados como "todo terreno y universales", que sirvan tanto para tratar con búfalos iracundos a corta distancia o con ciervos escurridizos en plana montaña. De la misma manera, tampoco hemos logrado que las escopetas, que tan buen servicio prestan en los pantanos, logren repetir la hazaña en las llanuras. Simplemente las distancias de disparo, el tipo de terreno o el carácter de la bestia no siempre se prestan para ello.

Lo que sí existen son algunas combinaciones de arma y cartucho que pueden funcionar aceptablemente en la mayoría de las situaciones. El quid de la cuestión pasa por aceptar que en ocasiones uno deberá adaptar su arma a la situación lo mejor que pueda, y que ésta distará mucho de ser lo ideal para el momento, ya que de lo contrario la variante que nos queda es poseer más de un arma, no siendo ese el objetivo de ésta nota.

Habiendo aceptado la premisa anterior partiremos de un análisis metódico para encontrar la mejor combinación posible y que más se acerque a nuestra expectativas cinegéticas.

Para ello recurriremos a la descripción de cada uno de los sistemas operativos y de los cartuchos más comunes, además de algunos puntos clave que deben de ser tenidos en cuenta al momento de escoger. Por su lado e el autor dejará saber cual fue su elección, de modo que la misma sirva de guía, pero sin intentar pretender que ésta sea la mejor combinación para cada uno, dejando al lector para que decida cual es el complejo mecanismo de acción y cartucho que resulte más conveniente para sus aspiraciones y posibilidades.

Consideraciones generales.

Escoger un arma adecuada significa seleccionar el mejor cartucho, mecanismo de acción, sistemas de puntería, tipo de gatillo, largo del cañón y material de la culata, para lo cual nos basamos en las siguientes consideraciones previas: a) peso, grado de peligrosidad y resistencia física de la presa, b), distancias de disparo, c), condiciones de tiro y tipo de terreno dónde se desarrollará la cacería, d), acceso a la compra de munición, e), preferencias personales y f), posibilidades económicas.

Nos concentraremos en los tres primeros grupos factores, aquellos dependientes de las presas y su hábitat, ya que los tres últimas variables están sujetas a variación es personales y de cada país.

PESO, RESISTENCIA Y AGRESIVIDAD.

Tres factores fundamentales al momento de escoger cartucho para el arma.

Búfalo de la India. Esquema de las zonas letales frontales. Diagrama anatómico:: Rojo; corazón y grandes vasos (carótidas), amarillo; pulmones, blanco; columna vertebral y cerebro. Presas de estas características físicas representan el tope de peso y peligrosidad de nuestra fauna, y requieren de cartuchos de la clase 8,65 milímetros (.338) en más y de puntas de caza cuidadosamente seleccionadas según el flanco que presente el animal.

Las animales de caza existentes en la porción Central y Sur del continente Americano van desde los zorros hasta los búfalos de agua, esto es desde los 5 kilogramos hasta los 1.200, y con modales sociales muy diferentes. En el medio se hallan los pecaríes, diferentes ciervos, el puma, el jabalí y hasta los yacarés, sin contar a los prohibidos yaguaretés y los tapires. Todos ellos, con excepción del búfalo y el yacaré, son animales considerados de piel fina y de mediana resistencia al impacto y penetración. A los dos felinos se les puede agregar el mote de "peligrosos" aunque solamente en determinadas circunstancias no habituales.

Aceptando la premisa de que en nuestro continente las presas de caza mayor más pequeñas no superan los 5 kilogramos, y que las mayores alcanzan y pasan la tonelada, y que pueden exhibir un mal humor y deseos de venganza exacerbados, la elección del cartucho recaería sobre un cartucho de los denominados "small bore" como el .338 Winchester Mágnum, aceptando todas las limitaciones de ésta elección.

Esto es, reconociendo que el cartucho para presas de hasta 200 kilogramos es un derroche de energía absoluto, y que los disparos tendrán que hacerse con la munición más liviana que el calibre soporte, 200 grains, expansiva pero dura, a fin de no dañar más tejido del estrictamente necesario.

Eso cubriría con creces, en lo que se refiere a energía y alcance terminal efectivo, el espectro de las presas "livianas". En cuanto al otro extremo, el de los "pesados", particularmente el búfalo, la selección debería inclinarse por las puntas más robustas que el calibre pueda disparar, que son las de 275 grañís, sólidas o aquellas expansivas diseñadas para los animales africanos.

Tratándose de animales tan grandes y peligrosos, y resultando tan marginal el peso y el diámetro del cartucho, habrá que esmerarse con el emplazamiento del primer disparo, tratando de romper huesos, articulaciones y tejidos nobles en un mismo tiempo, y sí las cosas no salen como esperamos, y el animal decide cargar, dispararle al testuz con munición sólida hasta abatirlo, amen de rezar.

Esto significa que sí uno sale a cazar búfalos con un .338, el primer disparo sobre un animal tranquilo se debe de dirigir a las costillas, lo cual se levará a cabo con munición de punta expansiva, pero dura, como las Barnes X, capaz de romper huesos y luego penetrar profundamente.

Los dos disparos de reserva (en el almacén del arma), serán de puntas sólidas, ya que indefectiblemente, y sí el animal no perece en los primeros minutos, el duelo terminará con una carga.

Indudablemente en estas condiciones un .375, un .416, y particularmente un .458 serían más aptos, pero dijimos que el objetivo era de emplear un solo cartucho para todo, de modo que un .338 W.M. con puntas Speer o Nosler para el primer disparo, y Barnes Sólidas para lo que venga atrás, es la repuesta.

SISTEMAS, DISTANCIAS, TIPO DE TERRENO Y CONDICIONES DE TIRO.

El criterio fundamental para escoger el mecanismo de acción es la velocidad con la cual se requiere un segundo disparo, pero sin olvidar las presiones que desarrolla el cartucho seleccionado.

Tres "poderosos " entre los más pesados: de izquierda a derecha .300 WM, .338 WM y el venerable .375 H & H. El central es el que más se acerca al cartucho "todo terreno".

Una de las ventajas del .338 Winchester Mágnum, es que no debemos preocuparnos por la energía que desarrolla a cualquier distancia de disparo hasta los 400 metros, o por su alcance efectivo, que es también de 400 metros. El problema surge antes los disparos a corta distancia, en espacios cerrados.

Por su diseño, el .338 requiere de un cañón de al menos 24 pulgadas, lo cual no convierte al arma en la más indicada para moverse por el monte. Se podría recortar el arma, pero el rebufo y el retroceso cobrarían su peaje al instante.

Estos cartuchos de alta velocidad, en ocasiones no funcionan adecuadamente a cortas distancias, dónde un proyectil liviano y de construcción endeble puede estallar en la piel del animal a causa de la alta velocidad que acarrea, causando solamente una herida superficial.

Bien, el .338 WM sería entonces el cartucho más cercano al mítico todo terreno, sin olvidar los problemas mencionados, amén de su costo y retroceso, y de que ésta munición no se adquiere en cualquier almacén de campo como se hace con la del .308.

En cuanto a los sistemas operativos de las armas, el clásico cerrojo parecería ser el que mejor se adapta a todas las situaciones, aunque también con sus limitaciones y contras.

La elección de la acción recaería sobre una Máuser Modelo 98 por los siguientes motivos. Si bien la misma no tiene la velocidad de una acción semi automática, un doble, o de los sistemas a palanca y trombón, posee algunas otras "pequeñas" ventajas.

Además de ser robusta como ninguna de las anteriores, y la más confiable entre todos los sistemas de repetición, en manos habituadas a su uso es lo suficientemente veloz como para cumplir sin faltas.

Con una alimentación asegurada, aún se esté cabeza abajo, lo cual otras acciones no pueden prometer, y una extracción impecable gracias a su uña extractora, que muchas otras no poseen, es la acción que en mayor cantidad se ha fabricado en la historia, por lo cual siempre ha sido la número uno al momento de elegir el mecanismo de acción de las armas deportivas de calidad. Eso, simplemente, lo dice todo.

Que un doble es más rápido no existen dudas. Pero un doble es más pesado, tiene una capacidad limitada a dos disparos consecutivos y cuesta mucho más. Además de esto un doble no puede ser calibrado para disparar con precisión más allá de los 100 metros, y tampoco está pensado para eso.

Los semi auto suelen encasquillar, pesados, más caros y resultan menos resistentes, limitando en el abanico de los cartuchos que se pueden emplear con ellos, comentario que salvo por lo referente al peso del arma, pude aplicarse a los rifles de trombón y palanca.

Indudablemente el peso y resistencia al impacto de las presas afectan directamente la selección del mecanismo de acción del arma.

Las armas de un solo tiro, como el Ruger número Uno y otras similares, son muy precisas, resisten a altas presiones de trabajo, resultan cortas y muy maniobrables, pero adolecen de un serio defecto dentro del monte: no disponen de un segundo cartucho rápido, lo cual, y como única arma, quedan descartadas.

Las escopetas, con cualquier sistema, doble, simple, semi automática, trombón o cerrojo, con o sin cañón rayado, tampoco pueden ser tomadas en consideración por su corto alcance, aunque dentro del monte resultan insuperables.

A continuación se presenta un sistema de selección basado en el peso de la presa.

Calibre. Peso Presa. Mecanismo de acción. Monte. Pradera. Montaña.

.30 Hasta 150 kg. Cerrojo, Palanca. Ambos aptos. Preferible Cerrojo. Cerrojo apto.

.338 W.M. 150 a 300 kg. Cerrojo, Simple. Cerrojo apto. Ambos aptos. Ambos aptos.

.375 H & H. > a 300 kg. Doble y cerrojo. Doble ideal. Doble y Cerrojo.

Para animales no peligrosos, que requieren de cartuchos medianamente potentes, cualquier sistema funciona bien. No así para los peligrosos, que demandan de cartuchos con mucha carga expansiva, que a su vez requieren de armas con sistemas muy resistentes, lo cual nos deja con tres alternativas: los fusiles de un tiro, los dobles y aquellos a cerrojo.

Salvo los rifles dobles, que solamente por su velocidad de disparo son los ideales en situaciones extremas, los otros dos se prestan para la caza de estos animales, pero a sabiendas de que o disponemos de un solo tiro, o que a en el mejor de los casos de tres de ellos, pero disparados desde un sistema a cerrojo, que es más lento que el rifle doble.

Aceptando entonces estas limitaciones, la acción escogida recaería sobre una de cerrojo de entre las mencionadas previamente. Bien, tenemos entonces el cartucho y la acción. ¿Qué nos queda por escoger?

CULATAS, CORREAS Y ANCLAJES.

De la culata depende en ocasiones la precisión del arma, y de la ubicación de los anclajes la comodidad para su transporte.

Las culatas de madera como ésta no son las ideales en lugares húmedos, sin embargo el autor las prefiere. Nótese los detalles del segrinado.

Hasta aquí todos los argumentos de selección fueron basados en la lógica y los ranking de ventas, pero en dónde por lo general la razón fracasa es cuando se entra en el campo de la estética, esto es en la elección de la culata y las correas. Nadie es perfecto, pero Ud. no tiene porqué cometer los mismos errores (que el autor).

Contra lo que cualquiera diga, las culatas y correas sintéticas son muy superiores a la madera y el cuero, al menos en cuanto a funcionalidad se refiere. Las culatas sintéticas, aunque no precisamente bellas, no cambian el punto de impacto del arma, como lo hacen las de madera cuando absorben o pierden humedad. Y tampoco se embeben en aceites y limpiadores, que los animales ventean con tanta facilidad, concepto que también se aplica a la correa.

Lo que sí tiene las culatas de madera y las correas de cuero, es su enorme belleza. Por otro lado, las culatas sintéticas también pueden cambiar el punto de impacto y son sensibles a ciertos agentes ambientales, como el calor extremo. Pero esto es algo que difícilmente ocurrirá y solo puede emplearse como una buena excusa para no aceptar una culata sintética.

Los anclajes para la correa son un detalle al cual se le presta poca atención. El posterior se coloca sobre la culata a mitad de camino entre el arco del guardamonte y la cantonera. En los fusiles con retroceso marcado, el anclaje anterior es conveniente fijarlo en el cañón y no sobre la madera por dos razones prácticas. El primero de ellos es el proteger la mano que lidera del retroceso durante el retroceso.

El segundo motivo para colocar el anclaje sobre el cañón es el de permitir que cuando se cuelga el arma del hombro para caminar el monte, el cañón no sobresalga tanto por encima de éste. El detalle hace más fácil y silencioso el tránsito en lugares con ramas.

Así como un cañón rematado con una buena corona ayuda a obtener mayor precisión, una buena cantonera de goma hace lo mismo, aunque esto último suele no ser necesario en calibres medios. Lamentablemente una cantonera cambia el pull del arma cuando se utilizan prendas de abrigo gruesas, factor a considerar.

Estos detalles, tal vez considerados menores, son importantes. Recuerde que si ésta será su única arma, debe de acercarse en lo posible a la perfección, aunque se cometan errores imperdonables, como el de utilizar una culata de madera y una correa de cuero.

LOS SISTEMAS DE PUNTERÍA.

Sólo las discusiones sobre cual es el mejor cartucho superan a las que se suscitan sobre el sistema de miras a emplear.

Mira ortóptica montada sobre un .375 H & H. Éste tipo de aparato de puntería, debido a la rápida captación del blanco supera a las miras ópticas en las en situaciones de riesgo de la caza mayor peligrosa.

Pero mantengamos la argumentación simple y libre de elucubraciones académicas. En materia de miras, todo depende cómo se caza; al acecho o al rececho, de día o de noche y a que distancias. También incide, y en forma determinante, la visión del paciente y su edad.

Veamos primero esto último, que es lo más complejo de entender y lo más sencillo de solucionar .

El ser humano presenta diferentes problemas visuales que requieren del uso de diferentes miras para lograr la mejor visión posible. Sin entrar en detalles médicos, tentación en la cual podría caer fácilmente por ser oftalmólogo, los dividiremos de la siguiente manera:

Tipo de visión. Tipo de mira a utilizar.

Emétrope (visión normal). Abierta (A), ortóptica (Or), óptica (O).

Hipermétrope, menor 35 años. A, Or, Op.

Hipermétrope, mayor a 35 años. Or, Op.

Miope (ve bien cerca y mal lejos). Op.

Astigmatismo hepermetrópico. O, Op.

Astigmatismo miópico. Op.

Cataratas, presbicia. Or, Op.

El hipermétrope ve muy bien de lejos hasta los 45 años, y comienza a ver mal de cerca de partir de los 35. La presbicia es el fenómeno por el cual a partir de los 40 años las personas hemétropes precisan utilizar gafas de lectura.

El cuadro anterior es una guía grosera, pero servirá al cazador con problemas visuales para buscar con fundamento al momento de escoger sistemas de puntería, y en el 95% de los casos debería bastar para resolver su problema de una forma práctica.

Los sistemas de miras son tres: abiertas, ortópticas y ópticas o de aumentos.

De los tres tipos, las miras abiertas son las menos precisas, al menos entre los cazadores. Sin embargo,, una mira abierta supera ampliamente a una óptica dentro del monte, ya que permite una captación más rápida del blanco. En ese sentido, una mira óptica puede representar un inconveniente serio en espacios reducidos y con maleza.

La mira ortóptica es muy precisa, permite una rápida captación del blanco, es más liviana que las ópticas pero, al igual que las abiertas, no es factible su empleo durante la noche.

Las miras ópticas presentan dos ventajas: permiten observar el blanco con mayor nitidez, lo que hace factible los disparos a distancias relativamente largas, y pueden emplearse de noche bajo ciertas condiciones mínimas de luz.

Por otro lado, las miras ópticas agregan un peso considerable al arma, son más costosas, requieren de mantenimiento y son proclives a fallar en el peor lugar y momento.

Las miras fijas de pocos aumentos, hasta 4 X, son ideales para la caza de rececho, por su menor peso y porqué es más sencillo apuntar con bajos poderes dióptricos que con altos. Pero, por ser menor su entrada de luz, 32 mm, no se adaptan tan bien a la caza nocturna.

Por otro lado, las miras de altos aumentos y gran salida, como podría serlo una 9 a 16 X 56 mm, son pesadas y diseñadas para el tiro al blanco más que para cazar, aunque pueden adaptarse al acecho, particularmente el nocturno. Los pro y contras son interminables, pero para eso existen las miras variables, que si bien no poseen todas las cualidades de ambas, son también las de mayor aceptación entre los cazadores en las siguientes características; 3 a 9 aumentos por 45 mm.

Las mismas pueden ser utilizadas en 3 X cuando se rececha, teniéndose siempre la posibilidad de aumentar el poder hasta 9 X en casos que la presa se presente a distancia considerable. Y si bien no tienen la luminosidad de una mira con 56 mm de entrada, pesan menos que éstas. Además y esto es importante, utilizadas en 5 X proveen de tanta entrada de luz como la pupila humana puede aceptar. Una mira de 3 a 12 por 56 mm, sólo puede ser utilizada en forma correcta con un máximo de 6 X durante la noche, lo cual no es ninguna ventaja apreciable.

Uno de los dogmas universales del pasado era que solamente las miras muy caras y de origen europeo eran capaces de brindar buena luminosidad y claridad de imagen. Eso pudo haber sido cierto 5 décadas atrás, cuando el dominio del mercado y la tecnología estaba en manos de unos pocos fabricantes.

Con la nueva globalización de la tecnología, ese dogma pasó a ser un mito, o mejor aún, un mero argumento de ventas basado en un nombre comercial, ya que existen aparatos ópticos de puntería de diversos orígenes que proveen exactamente las mismas prestaciones, como también existen algunos europeos de muy mala calidad.

Pero, también es cierto que uno ve por lo qué pagó, de modo que recuerde que miras extremadamente baratas, ya sean europeas o no, no ayudan.

EL GATILLO, LA LONGITUD DEL CAÑÓN Y LA CORONA DEL MISMO.

El gatillo.

Un gatillo de caza debe de ser sensible a la presión, que quiebre a nuestra voluntad, y no no cuando él desee sorprendernos.

Tornillo de regulación de la presión de quiebre del gatillo (anterior). El gatillo posterior, a la izquierda, sirve para montar el sistema.

Esto resulta importante al momento de poder colocar el primer disparo dónde y cuando corresponde. Si bien es cierto que existen varios sistemas de gatillos, y que los gatillos dobles pueden dar lugar a confusiones en aquellos no habituados a su uso, es un placer disparar con los mismos. Los demás sistemas mono gatillo, como el Timney de caza, son también excelentes y de bajo costo, pudiendo haber sido otra opción.

El gatillo de la fotografía es un Obendorff, fabricado en la década de 1935, aunque aún extremadamente sensible y preciso. El mismo puede ser regulado en forma sencilla y en el momento que así se desee y sin necesidad de herramientas mediante el tornillo convenientemente ubicado entre ambos gatillos (ver fotografía).

Longitud y corona del cañón.

De la longitud del cañón depende en parte el alcance del proyectil, mientras que de la corona lo hace la precisión del arma.

El último punto a considerar entonces es el largo del cañón del arma, que en el pasado ha sido motivo de limitaciones e incordio para los cazadores.

Con el empleo de las pólvoras antiguas, esto es hasta 1905 en Alemania, y hasta 1920 en USA, ese largo no debía bajar de las 29 pulgadas para poder aprovechar el potencial del cartucho al máximo. Esa longitud, que aumentaba considerablemente el peso del arma, también la hacía ostensiblemente menos maniobrable dentro de lugares cerrados.

Con las pólvoras actuales, una longitud de 22" (56 cm) es suficiente, y en el peor de los casos, como en la montaña, todo lo que realmente se precisa son 24 pulgadas. Muy pocos cartuchos en la actualidad requieren de cañones de 26 pulgadas para poder desarrollar toda su energía, como el .264 Winchester Mágnum y de algunos de los cartuchos de Weatherby, siendo quizá éste el motivo por el cual nunca fueron realmente populares.

El paso de estría ideal para un arma preparada para disparar puntas de 200 a 275 grains es de 1 en 10 pulgadas, y con cuatro estrías será suficiente.

Por último, una buena corona que proteja las estrías en la boca del cañón es un detalle de calidad que no debe de ser pasado por alto. Recuerde que en el momento en que el proyectil abandona el arma, una estría desgastada o deformada tendrá incidencia directa sobre la precisión.

Tornillo de regulación de la presión de quiebre del gatillo anterior que funciona como gatillo al pelo. El gatillo posterior, a la izquierda, sirve para montar el sistema.

Esto resulta importante al momento de poder colocar el primer disparo dónde y cuando corresponde. Si bien es cierto que existen varios sistemas de gatillos, y que los gatillos dobles pueden dar lugar a confusiones en aquellos no habituados a su uso, es un placer disparar con los mismos. Los demás sistemas mono gatillo, como el Timney de caza, son también excelentes y de bajo costo, pudiendo haber sido otra opción.

El gatillo de la fotografía es un Obendorff, fabricado en la década de 1935, aunque aún extremadamente sensible y preciso. El mismo puede ser regulado en forma sencilla y en el momento que así se desee y sin necesidad de herramientas mediante el tornillo convenientemente ubicado entre ambos gatillos (ver fotografía).

Longitud y corona del cañón.

De la longitud del cañón depende en parte el alcance del proyectil, mientras que de la corona lo hace la precisión del arma.

El último punto a considerar es el largo del cañón del arma, que en el pasado ha sido motivo de limitaciones e incordio para los cazadores.

Con el empleo de las pólvoras antiguas, esto es hasta 1905 en Alemania, y hasta 1920 en USA, ese largo no debía bajar de las 29 pulgadas para poder aprovechar el potencial del cartucho al máximo. Esa longitud, que aumentaba considerablemente el peso del arma, también la hacía ostensiblemente menos maniobrable dentro de lugares cerrados.

Con el empleo de las pólvoras actuales, una longitud de 22" (56 cm) es suficiente, y en el peor de los casos, como en la montaña, todo lo que realmente se precisa son 24 pulgadas. Muy pocos cartuchos en la actualidad requieren de cañones de 26 pulgadas para poder desarrollar toda su energía, como el .264 Winchester Mágnum y de algunos de los cartuchos de Weatherby, siendo quizá éste el motivo por el cual nunca fueron realmente populares.

El paso de estría ideal para un arma preparada para disparar puntas de 200 a 275 grains es de 1 en 10 pulgadas, y con cuatro estrías será suficiente.

Por último, una buena corona que proteja las estrías en la boca del cañón es un detalle de calidad que no debe de ser pasado por alto. Recuerde que en el momento en que el proyectil abandona el arma, una estría desgastada o deformada tendrá incidencia directa sobre la precisión.

Continue..

Filed Under:



Tomado del primer número de la nueva revista Jabalí Editada por Actual Press, España.

En el mundo actual, tan tecnificado y preciso, todas las actividades humanas, incluyendo a los deportes, se basan en el conocimiento. La caza no es la excepción que confirme ésta regla, y hoy el estudio del Comportamiento Animal se ha convertido en una valiosa herramienta auxiliar del cazador deportivo.

Fotografía. Incluso el conocimiento de los hábitos sexuales de nuestras presas, es de importancia capital.

Esta serie de artículos está dedicada al estudio del Comportamiento de los suidos, precisamente del jabalí. Es basados en ese comportamiento que podremos planear como, donde y cuando obtener a nuestro preciado trofeo con una cierto margen de confianza, y lo que es más importante, sin depender de terceros ni vernos forzados a tener que cazar dentro de vallados.

En una España que está viendo el resurgimiento acelerado de su fauna salvaje, donde la caza a pasado a ser algo accesible para la población en general, y donde los diferentes gobiernos promueven racionalmente la caza dentro de espacios públicos, el conocimiento de nuestras presas resulta imprescindible para el cazador moderno.

Perteneciente a la familia de los suidos, el Sus Scrofa es oriundo de Eurasia y la región de África localizada sur del Sahara. Su equivalente sudamericano es el pecarí, cuyo peso ronda en los 25 kilogramos, siendo el facocero el primo africano, con un peso similar al del jabalí ibérico.

Introducido desde Europa a principios de siglo en Argentina, el jabalí se ha adaptado y desarrollado magníficamente al país, y ya ha invadido otros países limítrofes en el continente Americano, siendo junto con el ciervo colorado, otro exótico a esas latitudes, una de las piezas más buscadas en caza mayor.

El hábitat natural del jabalí en Europa lo constituyen los bosques achaparrados y los de hojas caducas, como el siberiano y el de la costa mediterránea, aunque el animal es capaz de adaptarse a casi cualquier ámbito, régimen alimenticio y clima, como ocurrió en Sudamérica.

Dentro de Europa, el jabalí se divide en tres grupos determinados por su tamaño. El del Este, representado por el jabalí de Rusia, que puede alcanzar a los 300 kilogramos, seguido por el jabalí Centro Europeo, cuyo peso oscila en los 200 kilogramos. El representante en la península Ibérica es el menor de los tres, llegando a pesar un poco más de 100 kilos.

Ésta diferencia de pesos dentro de una misma especie se debe a una adaptación fisiológica determinada por leyes que regulan la conservación del calor corporal. El proceso se ve facilitado cuanto mayor sea el tamaño del animal, lo cual explica el aumento de peso cuando uno se dirige hacia el Norte y Este del continente, lugares en los cuales las temperaturas descienden progresivamente en comparación al resto de Europa.

LAS CONDICIONES EN ARGENTINA.

Estas no son las mismas que en España, ya que en el país Sudamericano disponen de hábitat y comida en cantidades irrestrictas.

En la Argentina la piara introducida era de origen centro europeo, y el peso promedio de sus descendientes se halla en los 120 kilogramos, aunque se han capturado especimenes de hasta los 240 kilos de peso, probablemente con sangre doméstica en sus venas. Sus medidas máximas son de un metro hasta la cruz y de 2,25 metros el largo de cola a morro.

Fotografía. Jabato o rayón, nombre que deriva de sus clásicos listones claros que mantienen hasta los seis meses de edad.

Si bien el potencial genético para alcanzar el desarrollo máximo se encuentra en estos animales, como en Argentina no existe temporada ni límites de piezas sobre el jabalí por considerárselo una plaga exótica, la presión cinegética que esto impone sobre la especie impide que los especimenes que superan los 160 kilogramos abunden, constituyendo blancos ocasionales.

Peso de los machos Altura máxima la cruz Largo cola a morro

120 hasta 240 Kg 100 cm 225 cm

La cruza del jabalí con cerdas domésticas da lugar a los "cruzados" (Sus Scrofa Doméstica) Estos animales son de pelaje oscuro u ocasionalmente manchados, denotando su origen, de trompa más corta y chata que el jabalí, y se diferencian de sus primos caseros por presentar una cola más larga y recta y una apariencia corporal más robusta.

Sus colmillos inferiores son de curvatura más cerrada que la del jabalí, mientras que las amoladeras (piezas dentales superiores) están más abiertas.

Estos animales no deben ser confundidos con los chanchos salvajes, cimarrones o chanchos costeros, que no son más que cerdos asilvestrados.

La zona de distribución de éstos últimos corresponde a los cangrejales y tierras bajas de la costa del Río de La Plata, donde se los denomina "chanchos costeros", y en los alrededores de algunas lagunas ubicadas entre el Río Salado al sur y la laguna Mar Chiquita al norte.

Los chanchos costeros (y también el jabalí y los cruzados, cuando se les presenta la oportunidad)) se alimentan de pescados, cangrejos y bulbos de camalotes, todo lo cual se da en abundancia en las zonas costeras. Esto, junto con su ascendencia casera hace que su desarrollo sea muy marcado, produciendo animales de gran tamaño, y que a pesar de no ser puros dan magníficos trofeos, con bocas excelentes que superan fácilmente a las de ambas variantes del jabalí.

En cuanto al jabalí puro en Argentina puede ser encontrado en cantidades numerosas en la parte centro y sur del país, en las provincias de Buenos Aires, La Pampa (enclave tradicional), Río Negro y Neuquén, aunque ya han invadido absolutamente toda la superficie territorial.

Lamentablemente los animales alimentados de ésta forma resultan absolutamente incomibles debido al fuerte sabor a pescado que presentan.

DESCRIPCIÓN.

El jabalí posee una estructura más robusta y compacta que el cerdo doméstico, caracterizado por la compresión de sus flancos.

Fotografía. Su poderosa musculatura le permite negociar desde lodazales hasta los más cerradas matas del monte.

Su pelambre alcanzado la adultez puede ser de color negro, marrón rojizo, gris o plateado, tornándose más densa y oscura en el invierno. Sobre la región de la columna vertebral presenta una línea de pelos más largos y oscuros que llegan hasta la región occipital. Estos pelos cumplen la función de indicar el estado emocional del animal ante situaciones de riesgo ó conflictivas, irguiéndose para aumentar así el tamaño corporal.

Sus defensas, que no son más que los 4 caninos, sobresalen de su larga trompa a ambos lados de la misma. Las del macho son mayores que las de la hembra, al igual que el tamaño corporal. Los colmillos tienen un crecimiento continuo, solo limitado por el desgaste natural, y son afilados en forma constante contra las amoladeras (caninos superiores).

Los caninos inferiores crecen hacia arriba, mientras que las amoladeras lo hacen lateralmente, un poco hacia abajo y adelante. Durante el proceso de cierre de la mandíbula, la cara posterior de los caninos inferiores roza la cara anterior de los superiores, desgastándose y manteniendo un filo agudo permanente.

Durante la época de celo los machos desarrollan en los flancos un escudo defensivo que consiste en piel hipertrofiada. Esto los protege en las luchas con sus rivales, y junto a la espesa capa de barro seco que suele cubrirlos, ayudó a dar origen al mito de la impenetrabilidad de la piel del jabalí. Con respecto a esto se debe de recordar que es solo un mito, y que el jabalí está considerado, y realmente es, un animal de piel blanda.

EL ASEO

El cuidado de la piel es llevado a cabo con sumo esmero, y ésta costumbre representa uno de los muy pocos flancos débiles en la supervivencia del jabalí.

Fotografía. El jabalí es un hábil generalista (omnívoro) incapaz de despreciar la carroña, a la cual es adicto.

El aseo se realiza en los revolcaderos, por lo general en las primeras horas de la madrugada, después de comer. La finalidad en ello es cubrirse con barro para desplazar los parásitos que afectan su piel. Para ello el jabalí escoge lugares donde la tierra posee minerales capaces de actuar como repelentes, como lo son los boratos.

Ésta selectividad por tierras contaminadas, natural artificialmente con sustancias que resultan potencialmente irritantes para los insectos es otra de las grandes ventajas que otorga el jabalí en su caza, lo cual es sabiamente explotado como veremos más adelante. Basta con localizar uno de estos lugares y saber cual es la época en que hacen eclosión insectos como las pulgas, para asegurarse un trofeo.

Una vez que abandona el baño, el macho refriega su cuerpo contra troncos, rocas o malezas presentes en las cercanías del revolcadero. Este rascado complementa la acción antiparasitaria del barro y se cree que es además una forma de demarcación territorial.

La altura a la cual deja la mancha de barro sobre la corteza, podría indicar a sus rivales el porte del animal. Además de esto, el jabalí procede ocasionalmente a golpear con sus defensas el tronco, dejando marcas en el mismo, quizá con la misma finalidad con las que realiza las otras demarcaciones. Como sea, el tamaño y profundidad de estas marcas también resultan de ayuda para el cazador selectivo, ya que son una medida indirecta del peso y del tamaño del trofeo que porta su dueño. Continuará ........


Continue..

Filed Under:



En ésta sección de aparición mensual se formularán tres preguntas con sistema de respuestas múltiples con el fin de que Ud. pueda comprobar su grado de conocimiento como en un juego.

Y ya que estamos en eso de preguntar, ©sabe Ud. a que especies animales corresponden las pezuñas de la foto? Por favor note que ambas presentan cuatro dedos, aunque en los dos ejemplares uno de los dedos posteriores se ha caído. ©Pertenecen a las manos o a las patas de los animales? ©Son de ciervo, jabalí, cerdo doméstico, antílope, chivo u oveja?

©Una ayuda? Recuerde que muchas de las especies mencionadas pueden presentar pelaje claro, de manera que no se guíe por el color. Buena suerte.

PREGUNTA NÚMERO UNO.

Una huella de ciervo de bordes afilados y bien delimitados pertenece a:

Un ciervo adulto.

Una cierva adulta.

Un ciervo o cierva joven menor de un año y medio.

Un ciervo de 12 años.

Las pezuñas de los ciervos están constituidas por queratina, al igual que nuestras uñas. Éste material se desgasta con el tiempo, de manera que cuanto más viejo sea el animal, mas redondeados serán los bordes de la pisada, independientemente del sexo. Un borde redondeado es sinónimo de un animal adulto, aunque solamente por éste detalle es imposible determinar el sexo. La repuesta correcta es la tercera. La huella pertenece a un animal lo suficientemente joven como para presentar bordes nítidos, poca profundidad y ser proporcionalmente bastante más larga que ancha.

Al cumplir los dos años de vida los ciervos están casi desarrollados y las pezuñas han comenzado a gastarse, por lo que desde ese momento en adelante se hace más difícil formarse una idea del animal solamente por el contorno de la huella.

Sin embargo en ocasiones es posible determinar hasta el sexo de la presa, o por lo menos formarse una opinión con altas posibilidades de ser correcta. Para ello será necesario tomar en consideración: 1), el lugar dónde se encontró la huella, 2), la separación entre las huellas de las manos y las de las patas, 3), sí las patas imprimen la huella por encima de las de las manos, por fuera ó por dentro de las mismas, 4), la época del año en que se encontró la huella, 5), la profundidad de la misma y por último o 6), sí la misma aparece sola ó en compañía de otras. La importancia de cada uno de estos datos y el significado de cada uno de ellos con su explicación irá apareciendo en otras preguntas.

PREGUNTA NÚMERO DOS.

Durante la búsqueda de un trofeo, al momento de analizar una huella ¿qué es más importante?

Su longitud.

La profundidad de la misma.

Las características de sus bordes.

1 y 3.

Todo lo de arriba.

La repuesta correcta es la última; todo lo de arriba. Ya vimos cómo se comporta el borde externo de la pezuña con el tiempo, que al desgastarse pierde su contorno nítido, además de hacer que la huella resulte más corta.

Un trofeo es un animal adulto, y un animal de estas características ha alcanzado el peso máximo para la especie, imprimiendo huellas profundas y cortas. Además, ese mismo peso hace que los dedos anteriores se separen entre si por la presión que reciben, haciendo que la huella se ensanche.

Por lo tanto, cuanto más profunda, ancha y corta sea una huella, particularmente sí está sola, más probabilidad tiene de pertenecer a un macho, que durante la brama se tornan solitarios. Recuerde que los sementales son siempre más pesados que las hembras.

PREGUNTA NÚMERO TRES.

Ud. Se encuentra con un trofeo (ciervo, puma o jabalí) parado a 80 metros de distancia, dándole la grupa (cuarto trasero), pudiendo divisar solamente el mismo, el cuello y la cabeza. En ese caso, Ud. apuntará a:

A la unión del cuello con la cabeza.

A la altura media del cuello.

Al medio de la grupa y tres centímetros por encima de la raíz de la cola.

Indistintamente 1 ó 2.

Estamos hablando de un trofeo, de manera de que piense antes de contestar ó de oprimir el disparador. Una vez que lo haga, aún haciendo impacto dónde escogió hacerlo, no habrá vuelta atrás.

Piense que un disparo a la base del cráneo puede resultar alto, haciendo impacto en el calavera sobre el hueso occipital, con la consiguiente pérdida de la integridad de la cornamenta. Recuerde que un cráneo que tenga que ser "pegado" para medirlo no puede ser aceptado con tal fin.

Un disparo al medio del cuello es mortal, siempre y cuando seccione la médula espinal limpiamente. Pero, sí resulta ligeramente desviado y sólo afecta la masa muscular no pasa de ser una herida banal sin mayores consecuencias. Tanto los disparos a la base del cráneo, cómo aquellos al cuello deben de ser evitados cuando la apuesta es un galardón en la pared. Las posibilidades de marrar ó de destrozar el trofeo son grandes.

El disparo al centro de la grupa, haciendo impacto cinco centímetros por encima de la raíz de la cola es él más seguro de los tres y por lo tanto la repuesta correcta.

Sí el disparo es bien efectuado romperá la cadera y la porción terminal de la columna vertebral, produciendo una incapacidad motora absoluta, anclando al animal al lugar. Sí resulta alto terminará haciendo impacto en la base del cuello, con la probabilidad de romper la columna, y sí se desvía lateralmente puede destrozar parte de la cadera, para luego penetrar en la cavidad abdominal, llegando hasta los pulmones ó el corazón sí el proyectil es lo suficientemente duro para ello.

Aunque el animal pueda desplazarse unos metros, con una herida de ésta índole no llegará lejos, y es preferible tener que realizar un corto rastreo y efectuar eventualmente un segundo disparo de remate, a perder un animal mal herido en el cuello.

¿Y LA PREGUNTA DE LA FOTO?

Ah, y antes de despedirnos, le diré que las pezuñas de la foto corresponden, de izquierda a derecha, a las manos de una oveja de edad desconocida y a un ciervo colorado (cervus elaphus)de entre dos y tres años.

Estos dos animales conviven frecuentemente en más de un terreno, al igual que ocurre con el jabalí y los cerdos domésticos, aunque solamente en forma ocasional con los chivos.

Que le haya dicho que no se guíe por el color del pelo fue una trampa intencional para poner en evidencia hasta que punto Ud. duda de sus conocimientos. Piense cuantas incertidumbres le impondrá la Naturaleza cuando Ud. esté sólo en medio del campo parado frente a dos huellas y no sepa cual escoger por que simplemente ni siquiera sabe cuantos dedos presenta la especie que está siguiendo. O por que simplemente no se le ocurrió preguntar que otros animales abundan en la zona.

La mayor parte de los cazadores tendemos a asumir que la primer huella que encontramos con un formato similar al de la de nuestra presa pertenece a la misma, sin plantearnos siquiera sí la misma no puede haber sido dejada por otra especie. Éste error puede cometerse con facilidad ante la huella de caprinos, cérvidos, suidos y antílopes, ya que todos ellos presentan el mismo diseño básico.

Una buena forma de aprender a diferenciar huellas entre sí es consiguiendo pezuñas de los diferentes animales, y luego imprimiendo la huella sobre una superficie húmeda.

Continue..

Filed Under:



El rastreo de animales heridos sin la ayuda de perros o terceros era una habilidad de la cual dependieron nuestros antepasados para sobrevivir.

Emplazamiento correcto del primer disparo. Impacto torácico alto sobre una corzuela que terminó afectando la columna vertebral (esquematizada en verde) y el vértice del omóplato (en negro). El corazón se halla ubicado por debajo del tercio anterior de la luneta (círculo rojo). Nótese el corte limpio de los bordes de la herida de salida debido a la buena deformación de la punta empleada.

Lamentablemente hoy en día ésta destreza para rastrear las presas está considerada cómo un arte comparable a la interpretación de las huellas, algo que muy pocos cazadores dominan.

Antes de entrar en detalles sobre cómo se rastrea una pieza herida es necesario estar concientes de dos hechos sobresalientes en ésta actividad de la vida; uno malo y el otro algo mejor.

La mala nueva se refiere a de que cada diez intentos realizados para recuperar un animal herido llevados a cabo sin la ayuda de perros, escasamente el 50% de los mismos tienen un final feliz.

La buena noticia es que esos intentos que llegan a un final feliz son realizados por cazadores sumamente familiares con el terreno y acostumbrados a éste tipo de juegos. La pregunta entonces es, ¿sí la situación así lo demanda, posee Ud. las habilidades como para emular a David Crockett?

Evidentemente la mejor forma para no terminar jugando a las escondidas con una presa herida es emplazando el primer disparo dónde se debe, con el cartucho y la punta adecuados para el trabajo, pero aún así al mejor cazador se le escapa una liebre. Y una vez que ésta se dio a la fuga comienza el baile. Pocas situaciones en la vida pueden resultar tan frustrantes para un cazador de ley como saber que ha herido a su trofeo y no poder hallarlo, y una iniciado el juego sólo resta una alternativa; seguir el paso de la presa. De abandonar la justa ni pensarlo.

¿Qué actitud tomar ante un animal presumiblemente herido y que ha desaparecido en la espesura del bosque o en medio de altos pajonales? Junto a los diferentes rastros que la presa pueda dejar a su paso, el cazador debe de echar mano a otros elementos de su coleto que le resultarán de ayuda en la tarea. Los mismos son perseverancia, razonamiento lógico y observación. El conocimiento llega después.

Cómo cualquier actividad que se emprende, la clave para obtener resultados positivos se halla en sistematizar el trabajo, fraccionando el mismo en objetivos o pasos a dar.

Las dos preguntas que surgen naturalmente, y que uno está forzado a plantearse al comenzar el rastreo de un animal herido son, a), hacia adonde se dirige y b), que distancia recorrerá antes de recostarse a reposar o caer muerto.

Comencemos entonces por responder estos interrogantes, teniendo en cuenta que la dirección de fuga depende del tipo de terreno, posición sobre el terreno del cazador, vegetación presente, y ocasionalmente del viento, mientras que la distancia a recorrer será determinada por el tipo de herida infligida, y en aquellas heridas que así lo permiten, por la actitud del cazador.

Aclaremos éste último punto antes de continuar. ¿Cuales son las actitudes del cazador que determinan un cambio en la conducta de fuga de la presa, y cuales son lo tipos de heridas en las que estas conductas del cazador pueden alterar la repuesta?

Una actitud agresiva, como el comienzo de una persecución abierta inmediatamente después del disparo, obligará a aquellas presas con heridas abdominales y de los miembros a mantenerse en movimiento en forma constante para poner la mayor distancia posible entre ella y su perseguidor. Veremos más adelante que ésta no es la respuesta normal de un animal con ese tipo de lesiones.

¿Cuales son los factores que inciden sobre la distancia y dirección de fuga de un animal?

La distancia que un animal recorrerá dependerá del tipo de herida (por la hemorragia y el dolor), por las cacracterísticas del tereno (lano, en pendiente). y de la actitud de del cazador (persigue inmediatamente o espera), mientras que la dirección de fuga está relacionada con la dirección del viento (la presa tratará de huir con el viento de frente), la posición del cazador en el terreno (que obliga al animal a laejarse de él) y la cercanía de refugio (al cual se dirigirá el animal.

Teniendo en cuenta estos factores, veamos ahora cuando y cómo se rastrea un animal herido y los porque de cada una de estas reglas.

Comencemos describiendo las heridas, que determinan la distancia, y al mismo tiempo haremos referencia a la actitud correcta a seguir por el cazador.

Generalidades.

"Cada tipo de herida es seguido por un patrón de reacción fijo que es independiente de la voluntad del animal y que resulta de los cambios funcionales que la herida genera".

Un animal con ambos pulmones perforados correrá 150 a 200 metros en línea recta antes de desplomarse muerto, independientemente de sus deseos por poder continuar. Por otro lado, en medio de una pendiente, y sí el disparo ha fracturado uno de sus miembros posteriores, el animal sólo podrá a descender, ya que para escalar necesita de la fuerza de sus miembros posteriores, con los cuales no puede contar. La inversa ocurrirá sí resulta herido en una de sus manos, en cuyo caso tratará de ascender.

Esta lógica puede aplicarse sucesivamente con cada tipo de herida, y eso es precisamente lo que haremos. ¿No está plenamente seguro de esto? Por curiosidad, y para salir de la duda, haga la prueba de treparse a una silla utilizando una sola pierna para ello. Obviamente en éste caso resultará más sencillo, y con un menor gasto energético, descender saltando sobre un solo miembro.

Para simplificar la descripción separaremos a las heridas en torácicas, abdominales y de los miembros y las trataremos en forma separada. Los animales que resultan heridos en el sistema nerviosos central (cerebro), o en el sistema periférico (médula espinal), simplemente se desploman sobre su sombra, pudiendo perecer en forma instantánea o ser necesario el remate posterior. En cualquier caso éste tipo de heridas no entran dentro de aquellas que nos forzarán a rastrear, por lo que serán dejadas de lado.

LAS HERIDAS TORACICAS.

Código de colores. Amarillo: cerebro y columna vertebral. Rojo: corazón. Azul: pulmones. Celeste: triángulo vital. Verde: Huesos del aparato locomotor. Fotografìa y esquema gràfico: Daniel Stilmann.

Las heridas del tórax corresponden a las lesiones pulmonares, cardíacas, de los grandes vasos torácicos, los hueso del miembro anterior, y la porción de la médula espinal que transcurre por el tórax.

Por herida torácica entenderemos cualquier tipo de herida que afecte al corazón, los pulmones o los grandes vasos, ya sea a uno de ellos o a más de uno de estos órganos en forma simultánea, independientemente de que afecte huesos o alguna porción de la columna vertebral.

Como regla general podemos decir que las heridas torácicas producen carreras en línea recta de entre 100 y 200 metros. ¿Porqué esa distancia y porqué en línea recta?

La distancia esta dada por la cantidad de sangre que el corazón es capaz de bombear antes de que la hemorragia haga que este órgano colapse por falta de llenado. La distancia recorrida no es entonces una decisión que pueda tomar la presa sino del tiempo en que el combustible del tanque tarde en agotarse. Simplemente cuando la sangre cese de irrigar el cerebro, con lo cual se pierde irremediablemente toda repuesta motora, la presa caerá desvanecida. Posteriormente cesan todas las funciones vitales y sobreviene el fin.

Bien, ¿y porqué en línea recta? Esto es más simple aún, pero recuerde que estamos generalizando. Siempre habrá excepciones, dadas por variables no controlables. Pero en general el razonamiento es el siguiente. La primera reacción del animal ante el impacto y el estruendo del disparo, es huir. Simplemente tratará de poner la mayor distancia posible entre él y el objeto de sus molestias, sin detenerse a meditarlo mucho. Los primeros metros de ésta carrera son por lo general hacia el lugar más cercano que le ofrezca reparo o salida del lugar dónde se encuentra.

Siendo la distancia más corta entre los puntos A y B la línea recta, cualquier presa que halla cursado primer grado correrá de esa manera. Después, si hay tiempo y fuerzas para ello, el animal puede buscar otros caminos y alternativas de evasión, pero en este caso, con una hemorragia que lo esta desangrando rápidamente, no habrá un después. Entonces la fuga será, a grandes rasgos, en línea recta y por 150 metros.

Sí dispusiésemos del espacio necesario, podríamos analizar varias alternativas al escenario descrito, que no son más que la excepción a la regla. Pero mencionaremos solamente las dos que son más frecuentes de observar.

La primera de ella ocurre con el empleo de munición de alta velocidad, bajo peso, punta hueca y expansión violenta. Sí, y este sí al inicio de la oración es importante, la misma penetra en el tórax expandiendo rápidamente dentro del mismo, la enorme cantidad de energía liberada en tan corto tiempo, conocida cómo hidro impacto, puede producir la muerte en forma fulminante debido al masivo estallido de capilares sanguíneos. En éste caso el animal cae de la misma manera que sí hubiese recibido un mazazo en medio del testuz.

La segunda excepción, diametralmente opuesta a la anterior, ocurre con el empleo de munición blindada de punta cónica (munición de guerra). La misma tiende a perforar la res sin liberar energía durante su trayecto dentro del animal. En ocasiones es factible observar animales con ambos pulmones y ventrículos cardíacos perforados correr mas de 200 metros antes de perecer. Pero recuerde que ambos ejemplos son las excepciones que confirman la regla.

Las heridas abdominales.

Las heridas abdominales son harina de otro costal. El mecanismo que produce el deceso del animal es más complejo, pero para resumirlo diremos que lo que produce el fin es la peritonitis que se instaura, pero recién después de muchas horas. La excepción aquí la dan el estallido hepático o el renal, que producen una gran hemorragia, al igual que la perforación de uno de los grandes vasos que transcurren por la región, pero esto es raro de observar.

La primera reacción de un animal en presencia de éste tipo de herida es igual a la que ofrece ante una herida torácica; correr para poner distancia entre el agresor y su piel. La carrera inicial será también en línea recta, pero como no sobreviene ningún tipo de incapacidad motora inmediata, el animal continuará avanzando, hasta que el dolor lo obligue a detenerse. Y aquí comienzan las grandes diferencias con la reacción que generan las lesiones torácicas. Y también comienzan los "peros", que dependen ya del cazador.

Sí la presa no se siente perseguida es probable que no recorra más de 300 metros antes que el dolor la obligue a detenerse. Pero, y éste es el pero al que nos referíamos previamente, y que depende del cazador, si intuye o constata que esta siendo perseguida continuará la fuga, que en este caso puede prolongarse por kilómetros, buscando la ventaja del viento, cruzando otros rastros en un intento de confundir a su perseguidor o vadeando arroyos para borrar sus rastros.

Por el contrario, sí se la deja en paz, y particularmente si no está segura de lo que ha ocurrido, buscará de recostarse para calmar el dolor. En la medida que pase el tiempo sobrevendrá una contracción muscular muy dolorosa de la pared abdominal, que le impedirá posteriormente levantarse para abandonar el lugar en caso de sentirse amenazada.

Si bien los primeros metros de la carrera serán cubiertos de manera lineal, una vez que el animal se halla alejado lo suficiente de su agresor, y antes de detenerse por el dolor, puede optar por abandonar la dirección de fuga inicial y tomar otra cualquiera, que por lo general lo llevará hasta algún lugar en el cual pueda refugiarse. Entre algunos cérvidos y animales peligrosos es frecuente observar un intento por rodear al cazador y colocarse viento abajo y por detrás del mismo. El ciervo, animal curioso, lo hará para mantener bajo observación a su perseguidor, mientras que las intenciones del búfalo, animal de modales reñidos con la salud del cazador, son tan simples como las de retribuir los favores recibidos.

Como es infrecuente que un ciervo o un jabalí ande deambulando a plena luz y lejos de algún tipo de reparo en las inmediaciones, la distancia hasta un escondite no superará los 300. Y si no piense cuantas veces en medio de una cacería ha logrado ver a uno de estos animales alejados a más de esa distancia de algún tipo de protección.

El lector seguramente se preguntara si hay excepciones a esta regla. Si las hay. Una de ellas la ofrece el ciervo mulo que habita en las grandes praderas americanas dónde el refugio visual es mínimo, pero nuevamente es solo una excepción que confirma la regla y, por otro lado, en Europa no se los encuentra habitualmente (los pocos que hay se hallan en los montes de península Escandinava).

Antes de concluir con la descripción de las reacciones a las que dan lugar las heridas abdominales, mencionaremos dos hechos. Una vez que un proyectil perfora dicha cavidad, la muerte es inevitable. Lamentablemente no lo es ni a corto plazo ni tampoco ocurre de manera indolora. Por eso jamás se abandonará el rastreo de un animal herido. No es digno de alguien que desea ser aceptado por sus pares como un cazador cabal producir una muerte como esa.

LAS HERIDAS DE LOS MIEMBROS.

Estas lesiones son siempre malas noticias para el cazador, augurando un largo, y por lo general, infructuoso rastreo.

Impacto torácico alto sobre el lomo de un búfalo. Nótese la perforación accidental de la oreja (sostenida por el cazador) por el mismo proyectil. El animal se encontraba transversal al cazador, pero mirando hacia su arma al momento del disparo. Fotografìa. Carlos Coto.

Las heridas de los miembros, con o sin fractura ósea, producen una reacción muy similar a la observada en las heridas abdominales. El animal huirá en línea recta hasta el lugar más cercano que le permita escabullirse de la vista de su agresor, para luego deambular en busca de reparo y, una vez que lo halla encontrado se recostará tratando de reponerse. Sí la herida es lo suficientemente importante como para generar dolor intenso, la distancia que cubrirá es aproximadamente la misma en ambos casos. Una herida que solo afecte músculo y piel raramente es mortal, y por lo general no provoca dolor ni contracción muscular hasta muchas horas después, siendo casi imposible recuperar estas presas.

Dos de las posibles reacciones del animal ante las lesiones de los miembros fueron mencionadas al principio, cuando nos referimos a la incidencia que tiene el terreno en pendiente sobre los animales heridos. Pero existen tantas conductas alternativas como posibles tipos de heridas puedan generarse sobre los miembros, que son innumerables y que no podemos abarcar aquí por falta de espacio. Lo importante para el cazador es recordar los principios básicos enumerados mas arriba y sobre esta base edificar un plan de búsqueda razonable.

El cazador.

Bien, hasta aquí hemos visto en forma sucinta que es lo que podemos esperar por parte de los animales en cada una de estas tres ocasiones. Pero con eso solo no basta para alcanzar la meta fijada. Queda aún una parte de la ecuación de búsqueda o rastreo que no ha sido mencionada, y es lo que puede aportar el cazador, además de su deseo de recupera a la presa.

¿Por ejemplo, se ha planteado cómo se hace para determinar dónde se encuentra herida la presa sí la misma se ha fugado sin tener la amabilidad de permitirnos antes darle una buena mirada? Ésta es una de las dos preguntas básicas, en que lugar precisamente se halla herido el animal, y que de esa repuesta recién se puede deducir cuanto correrá el mismo.

Aún ante un blanco inmóvil no hay forma de garantizar dónde se ha hecho impacto. La velocidad de reacción de la presa al impacto y al estampido, junto al retroceso del arma, que tiende a desenfocarnos de nuestro objetivo durante milésimas de segundo, son los responsables por ello. Bajo estas circunstancias es muy difícil, pero no imposible, realizar lo que se denomina, "to call the shot", o predecir dónde se ha hecho impacto antes de poder constatarlo en el blanco. Pero si existen maneras de llevar a cabo una "deducción educada" de lo ocurrido.

Para rastrear con éxito un trofeo es tan importante lo que él cazador haga antes y durante el disparo, como su conducta posterior. Dejemos pues de lado a nuestra presa y sus extravagantes conductas para concentrarnos un poco en la conducta humana.

Veamos un ejemplo teórico, pero muy frecuente en la vida real, de manera que podamos construir un escenario de trabajo sobre él. Suponga que está apostado y bien camuflado, y que a ochenta metros aparece un ciervo en medio de un claro del bosque. Desde donde se halla ubicado puede observar sin inconvenientes al animal ya que la línea de tiro está despejada. Escoge el área del blanco sobre la cual desea hacer impacto y aprieta el gatillo, pudiendo observar como el animal pega un salto y desaparece tragado por la espesura. La situación no es para nada exagerada y lamentablemente más frecuente de lo que uno desearía.

Aparentemente esto no brinda mucha información sobre lo que sucedido, o dónde se encuentra herida la presa. Pero si revisa bien en su memoria, y cumplió con su parte del trabajo a conciencia, concluirá que no es así.

Para comenzar, antes de apuntar y disparar hay que determinar que está haciendo el animal. Sí se encuentra comiendo o caminando desaprensivamente esto significa que no está alarmado. Pero sí el animal se halla parado, erguido rígidamente sobre sus cuatro extremidades, con la cabeza en alto y las orejas moviéndose, puede dar por sentado que se halla inquieto y que sospecha que algo no está de acuerdo a su idea de seguridad. Ante el menor disturbio correrá en dirección opuesta a aquella en la cual está dirigida su mirada.

El próximo paso es el de apuntar cuidadosamente y disparar. No hay que permitir que el arma nos sorprenda disparándose cuando ella lo desea. Eso no es más que una forma de descripción romántica a la cual se apela a veces cuando se escribe. Un buen disparo es aquel en el cual el gatillo rompe cuando el tirador así lo desea, y no cuando se le ocurre oportuno a su arma. Después de todo el que se halla al comando de la situación es Ud. y no un pedazo de metal con culata.

Para la mayoría de los cazadores sus obligaciones terminan con el disparo. No para el cazador cabal, que aún puede hacer muchas cosas más para ahorrarse problemas a posteriori. Por ejemplo mantener los ojos abiertos al momento de la explosión, observando la reacción de su presa. En ese milisegundo puede recoger información vital. Conseguir esto es difícil, pero si se uno se lo propone, y se entrena para ello, terminará por lograrlo.

Al momento de recibir el impacto, el animal puede saltar hacia arriba con sus cuatro patas extendidas arqueando el lomo, pararse en dos manos apoyado en sus patas trasera, cocear, o partir cojeando. Lo importante de esto es que cada una de esas reacciones corresponde, por lo general, a un tipo de herida específica.

Las dos primeras reacciones son indicación de una lesión torácica. La tercera aparece en las heridas abdominales y la cuarta a las de los miembros. Puede ocurrir que aún habiendo apuntado al corazón la presa parta cojeando o cocee. La respuesta obvia es que se ha errado y eso suele suceder por mil motivos que no analizaremos aquí. Pero lo importante es que sabe ahora dónde ha hecho impacto el proyectil.

Acto seguido, antes de recargar el arma y colocar el seguro, hay que tratar de escuchar cualquier ruido que provenga desde la dirección en la cual partió el animal. Una presa que "rompe monte" a su paso está probablemente mal herida, ya que los animales en circunstancias normales evitan las ramas de la misma manera que lo haría Ud. si tuviese que correr dentro del bosque. Sí bien esta información no es muy confiable, puede ayudarlo al menos a orientarse sobre la dirección de búsqueda. Lo único que deberá hacer después es encontrar esas ramas rotas, sangre sobre el pasto, en las hojas a la altura de la herida, o huellas, para confirmar el dato.

Desde el momento previo en que se comienza a presionar el gatillo y hasta la fuga de la presa hay que recoger toda ésta información. Luego será el momento de analizarla para llegar a esa deducción educada a la que hicimos mención y que indicará cual será el próximo paso a dar.

LAS DIFERENTES ALTERNATIVAS.

Sólo existen cuatro alternativas válidas ante una presa herida, y cada una debe de ser enfrentada en forma diferente.

Posición de alerta típica de un animal que se está por dar a la fuga. A partir de éste momento le restan segundos para disparar y abatirlo. Fotgrafìa: Daniel Stilmann.

Si estima que la presa está herida en el tórax, espere diez minutos antes de dirigirse al lugar donde la vio por ultima vez y comenzar a rastrear. En caso de haber hecho impacto en el abdomen espere tres horas antes de moverse, y si la herida afectó alguno de los miembros deje transcurrir entre siete y diez horas antes de iniciar la búsqueda. Sí la presa cayo en el lugar, antes de intentar recuperarla coloque un disparo en el tórax como seguro.

Cuando describimos las diferentes reacciones y el comportamiento de cada una de éstas heridas se dieron los motivos para ello.

Cualquiera sea el caso, la espera deberá transcurrir en silencio, sin dar a conocer nuestra posición. No tiene sentido alguno permitir que la presa localice el lugar de donde partió la agresión o que pueda identificar a su agresor. Un animal herido y desorientado con respecto a lo que ocurrió, será más fácil de manejar posteriormente. Recuerde que en el mundo actual, la información lo es todo. El mundo de la caza es similar. No ceda entonces información gratuitamente a su adversario.

Durante la espera se puede hacer algo más para simplificar el futuro inmediato. Si no ha sido determinado aún éste es el momento para averiguar la dirección del viento. Una de las cosas que un animal mal herido hará (abdomen, miembros), es huir contra el viento, siempre y cuando su capacidad motora así se lo permita. De ésta manera el animal puede revisar olfatoria y auditivamente el espacio frente a él, en el que se internará a toda prisa y sin mucho tiempo para estar seguro de que se halla libre de sorpresas.

Con los binoculares se observará con detenimiento él área. Lo que se hace es tratar de localizar a la presa, familiarícese con el terreno circundante y pensar donde puede haber buscado reparo. El lugar más próximo de difícil acceso tiene buenas posibilidades de estar cobijándola.

Bien, hemos cumplido hasta aquí con las primeras reglas del juego. Sí se ha sido cuidadoso en estos menesteres y no se ha delatado la posición, impidiendo al animal determinar el lugar de origen del disparo o identificar a su agresor, se debería tener para ahora una buena idea de dónde está herido, cuando comenzar la búsqueda, a qué distancia se espera encontrar a la presa y en que dirección caminar. ¿Cuál es entonces el próximo paso a dar?

El primer movimiento.

Con sumo cuidado, sin hacer ruidos innecesarios y con el arma lista para disparar se camina hasta el lugar dónde el animal se encontraba al momento de ser herido. Hay que observar bien el área antes de pisar sobre ella y, de ser posible, clavar una estaca tan alta como se consiga con un pañuelo anudado en su extremo superior. Sí las cosas no salen bien de entrada esa bandera será de una ayuda inestimable posteriormente.

Luego se comienza a buscar rastros. Sangre, pelos, material proveniente de la cavidad abdominal, ramas recientemente rotas o dobladas, y huellas. También son importante las sendas, ya que un animal herido puede tomarlas, pero lo más frecuente es que su reacción inicial sea la de "romper monte", encarando hacia el lugar más próximo que le presente algún tipo de protección, a menudo quebrando pequeñas ramas, dejando rastros de sangre sobre ellas y las hojas. Pero antes de seguir un rastro como ese, hay algunas tareas que completar.

Si hay sangre en el lugar se debe determinar sí la misma es venosa o arterial. La primera es obscura, la segunda es roja brillante, a menudo con espuma. Éste último tipo de sangre proviene de las heridas torácicas, y es un buen indicio.

Sí por el contrario encuentra sangre más obscura, la misma tiene su origen en el sistema venoso de uno de los miembros del animal o raramente del abdomen. La señal es mala, en particular sí pudo observar a su presa moverse con dificultad, o sí dejó detrás de sí la huella de un miembro que se arrastra.

Otro signo frecuente de hallar son restos de material proveniente de la cavidad abdominal. Estos se caracterizan por presentarse como una masa verdosa, ocasionalmente acompañada de estrías sanguinolentas. Éste también es un signo ominoso, tanto para el cazador como para la presa.

Por último pueden hallarse pelos, manchados o no con sangre. Aquellos de color blanco pertenecen por lo general a las porciones más bajas de la cavidad torácica y la abdominal. Los pelos oscuros son del resto del cuerpo. Así, por ejemplo, un pelo marrón con manchas de sangre brillante y espumosa estará indicando una herida torácica que afecto los pulmones.

En cualquier caso deberá analizar la evidencia teniendo en cuenta siempre los otros rastros encontrados, cómo el color de la sangre, tipo de huella, lugar adonde apuntó, etc. Es la suma de toda ésta información, y no los detalles aislados, lo que le permitirá obtener conclusiones razonables.

Sí disparó desde una posición más elevada que su presa, cómo por ejemplo desde un apostadero aéreo, busque sangre en el piso, dentro de un radio de un metro a un metro y medio. Sí cuando disparó Ud. se hallaba a la misma altura que el animal, el proyectil probablemente lo perforó, en cuyo caso la sangre deberá buscarla por hasta varios metros detrás del mismo y a la altura del impacto, presumiblemente sobre ramas y hojas de los arbustos circundantes. En algunas ocasiones es posible recuperar el proyectil en algún tronco. El análisis del mismo le proveerá con información muy importante, como sangre, tejidos o pelos.

Suponiendo que se haya completado todo esto en silencio, y de que se posea la información necesaria como para saber qué hacer, ahora viene el momento de hacer lo correcto. Ésta próxima decisión es crucial para los resultados de la búsqueda y básicamente consiste en seguir inmediatamente o parar y esperar a que el animal se enfríe.

¿CONTINUAR O ESPERAR?

La decisión al respecto de cuanto se debe de esperar, depende de signos indirectos.

Herida abdominal (en rojo). El proyectil produjo una lesión hepática seguida por una gran hemorragia interna. A pesar de la pérdida de sangre masiva el animal alcanzó a recorrer unos metros antes de desplomarse.

Sí la sangre encontrada es brillante, se disparó apuntando al tórax, y se tuvo la suerte de ver a la presa levantando las manos, se puede continuar la búsqueda. En éste caso es necesario hacerlo en silencio y con el arma lista, y sí se tiene que apostar a algo, hay que hacerlo a favor de que la presa se hallará muerta para cuando se llegue hasta ella, ya que las heridas torácicas producen la muerte por hemorragia dentro de los 2 a 5 minutos.

Trace una línea imaginaria con los rastros encontrados, cómo sangre, huellas y ramas rotas, y podrá hacerse una idea aproximada de la dirección de fuga del animal. Continúe la misma, marcando cada rastro que encuentre. Cada tanto párese a observar para atrás. Esto le permitirá notar si hay algún cambio de dirección en la marcha de la presa, o verla en caso de que la misma haya decidido rodearlo para tenerlo bajo su control.

Dijimos que un animal con una herida cardiopulmonar raramente superará los ciento cincuenta metros de marcha, los cuales cubrirá en línea recta. Aunque frecuentemente dará sus últimos pasos de manera errática debido a la baja presión de perfusión cerebral, que le impide caminar en ya en forma coordinada. Por éste motivo, los animales así heridos suelen apartarse en los últimos metros de su dirección original de fuga, y suelen desplomarse en los alrededores de las sendas y no dentro de las mismas.

La otra cosa que puede o no hacer un animal herido en el tórax (o en cualquier otro lugar de su anatomía), es sangrar en forma constante. Lo más frecuente es que no lo haga por diferentes motivos. Las heridas suelen auto sellarse, ocluirse con material orgánico, o cubrirse con piel al tomar el animal su posición erguida.

Es esto, la ausencia de sangre, junto al cambio en la dirección original de fuga, lo que más confunde al cazador y lo induce a abandonar la búsqueda. La ausencia de éste elemento no significa bajo ningún concepto que él animal no se encuentre herido, o que halla parado de sangrar. El simple hecho de haber visto a la presa levantar sus manos, cocear o saltar, es más que suficiente para asegurar que ha sido herida. Y por lo tanto no se debe cesar en los intentos hasta recuperar a la presa.

Sí ya se superó los 150 metros impuestos como radio de búsqueda a partir del centro de ese semicírculo imaginario, y no se encontró nada, hay que retornar a la última huella o rastro marcado y comenzar una vez más la búsqueda desde allí. Hay que recordar que la presa está presumiblemente muerta, de manera que se debe concentrar la atención al ras del piso y por sobre todas las cosas, en lugares de difícil acceso visual.

Se continuará así hasta dar con la presa. De lo contrario es necesario regresar a la estaca con la señalización e iniciar una vez más el proceso. Pero, ¿qué actitud tomar si la sangre presente en primera instancia es de tipo venoso (herida muscular), o los indicios hallados nos indican una lesión abdominal?

La espera.

En éste caso y luego de haber clavado la estaca de señalización, se debe de retornar al lugar desde dónde se disparó y esperar en silencio absoluto, por no menos de tres horas. Y sí se logra contenerse durante cinco, mejor aún. De lo que el cazador puede irse despidiendo desde ya, independientemente de que espere tres o cinco horas, es de tener por delante una tarea simple, o de recuperar a tiempo la carne cómo para poder consumirla luego.

Recuerde que hemos dicho que las heridas abdominales son mortales a largo plazo (hasta 24 horas) y que no producen incapacidad motriz inmediata. Esto significa que si la presa es perseguida inmediatamente después del disparo, la misma será capaz de andar un largo trecho antes de detenerse. Pero, sí el animal es dejado en paz, probablemente no recorra más de trescientos metros, buscando un lugar para ocultarse. Una vez en éste se echará a reponer fuerzas, pero al cabo de dos horas ya no podrá reincorporarse.

Algo similar, pero de menor magnitud ocurre con los animales que presentan fracturas óseas. Una vez que la presa se recostó a descansar, sobreviene una contracción muscular dolorosa que impide la locomoción. Y cuanto más tiempo transcurra entre la herida y el comienzo de la búsqueda, mayor será la dificultad del animal para reincorporarse y marchar.

Está claro qué, en cualquiera de estas dos situaciones, la mejor apuesta es la de esperar pacientemente a que la naturaleza siga su curso. En estos casos la impaciencia tiene un solo premio; la pérdida del animal.

A forma de epílogo.

El cazador novel suele desanimarse rápidamente ante su primer intento frustro de rastreo. Ante una situación cómo ésta es conveniente regresar al otro día y re iniciar la búsqueda desde cero. Descansado, ya sin la ansiedad del momento por hallar el trofeo, y con tiempo para haber repasado cada hecho, los resultados suelen mejorar. También es posible que no sea necesario rastrear. A veces con simplemente levantar la mirada al cielo los pájaros nos indicarán dónde buscar lo que anhelamos.

Independientemente de la forma en que hallemos al trofeo, gracias a nuestro empeño o a los pájaros, la lección sirve. Nos demostrará que es necesario persistir, ya que la mayoría de las veces la presa yacerá muerta en las cercanías. Del estudio de dónde haya caído el animal, el tipo de herida presente, y del trayecto recorrido por la presa hasta el lugar, aprenderemos mucho. Y por sobre todas las cosas, ganaremos confianza en nosotros.

El lector habrá notado que las primeras decisiones a tomar se basan en las observaciones realizadas sobre el comportamiento del animal. La lectura e interpretación de éste fenómeno pueden ser incorrectas al principio, pero con el tiempo él cazador comete menos errores de éste tipo. Es difícil mantener la fe en lo que se está haciendo, cuando todo lo que tenemos para aferrarnos a la empresa, y no abandonarla, es esa reacción inicial de la presa a la cual tuvimos oportunidad de contemplar por décimas de segundo. Pero son estas impresiones iniciales en las cuales debemos aprender a confiar, las que nos permiten formularnos una hipótesis de trabajo, que puede demostrarse válida o no posteriormente, pero que siempre es infinitamente mejor que buscar al azar. Esto ultimo es indigno de un ser pensante, cómo se supone somos los cazadores.

Continue..

Filed Under:



La caza mayor se ha convertido en una importante herramienta para el mejoramiento de la fauna y en una fuente de ingresos considerable para las naciones.

Sin embargo, en los últimos años la imagen del cazador ha sufrido mucho a manos de la opinión pública, y aunque estamos revertiendo la situación lentamente, aún nos quedan puentes por cruzar.

Pero cuando un señor socio de alguno de los clubes famosos a ambos lados del Atlántico presenta una pieza como la de la fotografía, un tonto carnero de cuatro cuernos, para su homolagación o para recibir un premio, todos los cazadores somos puestos en la picota, además de llenarnos de verguenza y desprestigio.

En la revista de caza mayor española Hunters se hace mención al declive en esa nación, una de las europeas con mayor tradición cinegética, de la caza como deporte debido a los cambios de costumbres de la juventud, y en parte a la redistribución de la población humana, que de a poco va dejando el campo por la ciudad. Esto es parcialmente cierto, pero existe otro factor más grave para ese ocaso: la actitud de ciertos grupos de "cazadores", que ya no solamente afecta a todos los demás negativamente en Europa y los Estados Unidos, lo hace en el resto del mundo.

Hace décadas ya que por motivos políticos la palabra cazador se trató de homologar con depredación, destrucción de la vida y últimamente, de ostentación de poder económico, cuando la verdad es que la caza deportiva regulada es la mejor herramienta para mantener una fauna saludable y una importante fuente de ingresos y trabajo para la comunidad.

Lamentablemente estos factores positivos se ven desdibujados por esa ostentación de poder que ciertos seudo cazadores hacen a través de despliegues de trofeos en cenas de galas regadas con medallas de todo tipo y color. Está en nosotros, los verdaderos cazadores, revertir esa imagen, y para ello debemos de cuidar nuestras actitudes, educar a aquellos que nos critican sin fundamento, y por sobre todas las cosas, ralear nuestras propias filas de aquellos que no merecen formarlas.

La historia reciente de la caza mayor deportiva en el África y la India, Meca de éste deporte tal cómo lo aceptamos en la actualidad, se forjó con palabras cómo rifles dobles, Express y Magnum, cacerías en solitario o con escaso personal de apoyo, y por nombres cómo el Taylor, Sealuos, Almeida y Capstick. Los tres primeros adjetivos calificativos fueron acuñados por armeros y cazadores ingleses, y salvo el primero de ellos, los otras palabras van perdiendo gradualmente su lugar en el mundo, habiendo sido reemplazadas por armas y cartuchos más modernos, lo cual es inevitable y deseable. El mundo avanza y mejora, al menos tecnológicamente.

En cuanto a las condiciones de las cacerías, referidas a la comodidad del campamento, medios de transporte y comunicaciones, estas también han mejorado, y eso no es criticable, siempre y cuando se respeten las viejas reglas del fair play en cuanto al acto de cazar en sí.

Pero, ¿se mantienen esas reglas y las tradiciones sentadas con tanto esfuerzo por esos primeros cazadores y que tan caras nos son?

En ese sentido, en lugar de avanzar hemos retrocedido mucho, quizá demasiado. Y lo más triste de todo esto es que son exactamente aquellas instituciones, que dicen representar a los cazadores, y que deberían ser las encargadas de salvaguardar nuestras costumbres y tradiciones, las que embanderan y promueven esa decadencia, transformando la caza en un simple comercio. Y esto ocurre en todo el mundo, como una pandemia.

EL CONCEPTO DE TROFEO Y DEL FAIR PLAY.

El concepto de trofeo, y particularmente el del trofeo de caza, ha variado mucho en los últimos años.

En sus comienzos se consideraba un trofeo a aquella porción de la presa que el cazador guardaba para sí cómo un recuerdo del lance vivido, sin que se le diese particular importancia al tamaño ó la belleza de la misma.

La finalidad de esto era la de mantener fresca en la memoria del cazador cada uno de los momentos vividos en el lance, y lo que se valorizaba con eso era el triunfo del hombre sobre la presa. El tamaño y la belleza carecían de importancia.

De ésta manera un león cobrado cara a cara, por pequeño que fuese, era un trofeo digno de ser exhibido. El mismo podía no tener la melena más hermosa, o los colmillos más grandes, pero el hecho de haberlo cobrado en buena ley era suficiente. Hoy las cosas han cambiado. Una melena clara no tiene el mismo valor "social" ante la comisión de trofeos de éste club o aquel consejo que una melena renegrida, y poco importa sí el animal fue cazado por el "deportista" o su guía; lo único que cuenta es el color.

Y así estamos. En un mundo competitivo, los trofeos NO se otorgan al mejor cazador, o al más valeroso y esforzado, si no a aquel que pudo pagar mejor por el animal más hermoso, independientemente de las condiciones en que ha sido cobrado. Dentro de las nuevas mediciones y fórmulas tan en boga, no se consideran pequeños detalles como sí el trofeo pertenece a un animal salvaje o sí simplemente proviene de un criadero, y sí tuvo que enfrentar su suerte final dentro de un encierro, sin posibilidades algunas de luchar por su vida en condiciones normales. Eso no es cazar, es simplemente matar y nada tiene que ver con los cazadores.

La muerte de una presa no debe de ser un acto banal destinado a satisfacer necesidades de índole social, no relacionados con el acto de cazar. Desear ser reconocido como un par de la comunidad de cazadores a base de acumular y exhibir trofeos pagados generosamente es degradante.

Muchos "cazadores", en particular aquellos asociados a esas grandilocuentes asociaciones, han dejado hace mucho tiempo de cazar para matar, ya sea por ignorancia ó por falta de ética, y lo hacen con el beneplácito de esas instituciones, creadas a ambos lados del Atlántico, y cuya única función parece ser la de bendecir esas acciones deplorables, poniéndonos a todos los cazadores ante los ojos del mundo en una misma bolsa.

DEMASIADOS CLUBES, CONSEJOS Y MEDALLAS DE ORO.

Estos clubes o consejos, cómo gustan de llamarse, entregan demasiadas medallas de oro, plata y bronce a miembros de su clan, que mas que cazadores semajan generales de pacotilla.

Medallas que obtienen en excursiones relámpago, con poco esfuerzo y mucho dinero, par luego reunirse en sus sedes, donde se bebe, se come y se habla más de lo que se caza, a relatar sus "hazañas" recientes, llevadas a cabo en su mayor parte dentro de cercados.

Es más, con sus competencias y ansias de figurar en alguno de los tantos podios y rankings internacionales armados de ex profeso, sólo están logrando que se cree un comercio cada vez más feroz en torno de la vida salvaje, hasta el punto que la misma ya ha dejado de ser salvaje, para convertirse en animales de criadero largo tiempo atrás. ¿Es esto lo que deseamos?

Lo que hagan los demás en su casa no es mi problema, y no tiene porque serlo, mientras esas actitudes no se reflejen en la mía. El problema es que esto último está comenzando a suceder. El comportamiento de estos "señores " nos afecta a todos los cazadores ante los ojos de la sociedad.

Ya tenemos una "sucursal" de una de esas instituciones foráneas en el país (Argentina). Incluso con un coto que utilizan asiduamente para agasajar a sus contrapartes del norte, y en dónde en tan sólo tres días se puede abatir representantes de toda la fauna Argentina, autóctona y exótica, aunque no sean oriundos de la zona . Lo que hagan allí dentro tampoco es mi problema, salvo cuando lo publicitan y eso da lugar a que los no cazadores nos critiquen por organizar matanzas dentro de corrales.

E incluso comienza a ser molesto cuando a la hora de homologar trofeos aquellos que obtuvieron el suyo en buena ley se encuentran desplazados, relegados y hasta ridiculizados por otro que fue "cazado" dentro de ese corral, con la anuencia de la institución encargada de las mediciones.

¿No sería hora de que al momento de la entrega de premios y medallas se deje saber a que corresponde dicha mención? ¿Es tan difícil crear una nueva categoría para animales de criadero y otra para los cerriles, no tan notorios ni hermosos estos últimos, pero obtenidos en buena ley?

Los dueños de los primeros siempre podrían colocar debajo de su trofeo el precio pagado por el mismo, y hasta quien lo cazó realmente sí así lo desean, y que dicha información conste en los registros oficiales, pudiendo de ésta manera tener un bonus o puntaje extra. Los dueños de los segundos, más humildes y sacrificados, podrán conformarse a su vez con hacer figurar solamente las medidas de sus presas salvajes, cómo se ha hecho siempre desde que existen los registros. Realmente no veo cual es la necesidad de mezclar disponibilidad de dinero y ansias de figurar, con tesón, conocimiento, honestidad y habilidad cómo cazador.

Continue..

Filed Under: